Antonio José de Sucre,
Gran Mariscal de Ayacucho
INTRODUCCIÓN.
Ciudadano doctor Antonio Alfredo Herrera Vaillant Buxo Canel, Presidente, distinguidos miembros de la Junta Directiva e integrantes del Ilustre Instituto Venezolano de Genealogía, gracias a su generosidad y confianza, me permiten cumplir con el precepto tradicional y reglamentario de esta honorable institución de importantes fines específicos, para presentar el tema: “Apología y datos genealógicos del general en jefe Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho, el prócer más puro de la independencia americana y el caballero de la historia”.
Alto honor, compromiso y satisfacción, estar en este augusto lugar, donde sus honorables integrantes, cumplen a cabalidad con los postulados de promover y conservar estudios e investigaciones genealógicas con carácter científico de fructífera labor pedagógica.
Acudimos a una cita con la historia y con nuestro memorable e incomparable pasado, porque la historia es madre y maestra, ella está en constante movimiento, no es otra cosa que la vida misma, que nos permite desentrañar los orígenes de las brumas del tiempo, nos despierta una inusitada preocupación por llegar al fondo de los acontecimientos cimeros que dieron nacimiento a la formación de los pueblos.
La mejor vía para interesar a nuestros paisanos, es hacerles ver, que el pasado tiene consecuencias en el presente, y de esto depende el futuro; de allí el viejo axioma de que: “Un pueblo que no conozca su pasado, está irremediablemente condenado a repetirlo”. La mayoría de los venezolanos que hicieron la independencia, no eran fundamentalmente diferentes de sus padres y de sus abuelos; eso sí, tuvo una gran oportunidad, que quizás los otros no tuvieron, y supieron mostrarse a la altura de las circunstancias. Sería un error de muy graves consecuencias permitir, que una deformada concepción de la historia, le haga creer a nuestras gentes, que la gloria de hacer un país, se alcanza tan solo por las armas, o por la acción violenta.
Hay ciertamente épocas en que hay que recurrir a ellas, pero es precisamente para defender y asegurar lo que se creó. La tarea en estos convulsionados tiempos, es la de rescatar la cultura y la herencia histórica. Posiblemente hoy despertamos a los muertos, pero también es importante desvelar a los vivos, para que puedan internalizar el significado del pasado y puedan cumplir el importante rol que por tarea implícita o deducida deban ejecutar.
En el devenir histórico, aún se encuentran muchas páginas en blanco por llenar; quien la escriba, reconocerá de dónde venimos y hacia dónde vamos.
Las enseñanzas conservan su autoridad, porque no envejecen ni prescriben, es la lección perenne de los hombres que procuran cumplir su misión en el tiempo, ellos son maestros hasta en la posteridad. No volvamos la mirada al pasado para extasiarnos en su grandeza y significado, sino que nos sirva para reflexionar y rememorar las jornadas y los protagonistas que nos enaltecen.
Permítanme ahora iniciar la tarea encomendada, que nos ocupa en esta cita con nuestra historia.
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INICIO.
Venezuela dio para sí y para el mundo cinco grandes embajadores a saber:
Generalísimo Francisco de Miranda, el más universal de los venezolanos.
Libertador Simón Bolívar, Padre de seis naciones.
Don Andrés Bello, Padre de la Gramática Americana.
Don Simón Rodríguez, precursor de las Escuelas Técnicas en América; nacidos en Caracas.
Gral. en jefe Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho, representante de la juventud y de la provincia venezolana, nacido en Cumaná, de quien nos referiremos en esta oportunidad. Corta pero fructífera fue la vida de Sucre, como suele ser el destino de los grandes hombres que hacen sentir los valores de la verdad, la moral y la libertad.
Cual balanza de la justicia su destino estuvo signado por la desgracia y la gloria; pasó diez años en Venezuela en el tiempo de aprendizaje, aplicando la táctica como subalterno desde 1810 hasta 1820, y fuera de Venezuela como jefe y estratega desde 1820 a 1830.
INFORMACIÓN GENEALÓGICA RELACIONADA CON EL GRAN MARISCAL DE AYACUCHO.
En la ascendencia del ilustre paladín cumanés, encontramos que:
Su BISABUELO, CARLOS FRANCISCO DE SUCRE Y PARDO, nacido en Flandes, como oficial del ejército español, prestó servicios en Europa, Cartagena de Indias, Santiago de Cuba y en la provincia venezolana de Andalucía. Contrajo matrimonio primero con Margarita de Flores y Trelles, luego con Margarita Mier de Figueroa.
Del primer matrimonio nacieron: Feliciana Antonia, nacida en Cádiz.
María Isabel, nacida en Cartagena de Indias
Carlos
Vicente
ANTONIO, nació en Santiago de Cuba el 22-IX-1723, casado con Josefa
Margarita García de Urbaneja, del general Sucre
Coronel de importante figuración, ABUELO del general Sucre.
Antonio de Sucre Pardo y Trelles, en su segundo matrimonio con Josefa Margarita García de Urbaneja y Sánchez, procrearon diez hijos:
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Luis Beltrán
María Teresa
Antonia
Antonio
María Magdalena.
Luisa Margarita
Vicente Sucre García de Urbaneja, casado con María Manuela de
Alcalá y Sánchez, PADRES del general Sucre
Francisco.
José Manuel
María del Rosario.
Vicente Sucre y Urbaneja y Manuela de Alcalá y Sánchez, procrearon nueve hijos:
José María
María Agua Santa
Josefa
Magdalena
José Jerónimo
Vicente
Pedro
ANTONIO JOSE DE SUCRE GARCIA DE ALCALÁ.
Francisco.
Vicente Sucre y García de Urbaneja contrajo segundas nupcias en Cumana con Narcisa Márquez de Valenzuela y Alcalá, con quien procreó nueve hijos:
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Carlos
Vicente
Ana María
Margarita.
José Manuel
Juan Manuel.
María Manuela
María Magdalena.
María del Rosario
Ampliando información de los hermanos del ilustre Hijo de Cumana, estudiamos que:
Francisco con el grado de capitán fue fusilado en Cariaco en 1817,
Magdalena de catorce años muere en su lecho de enferma en Cumaná por las hordas de Boves en 1814, María Josefa y Agua Santa con sus hijos, perecen en 1821 cuando zozobró la embarcación que las traía de regreso a Venezuela de Cuba.
Pedro con el grado de capitán fue fusilado por Boves en La Victoria después del combate de La Puerta en junio de 1814.
Vicente muere alanceado en su lecho de enfermo en Cumaná en 1814; el coronel José Jerónimo muere de cólera en Margarita en 1855 y el coronel José María muere de causa natural en Cumaná en 1855.
Viudo Don Vicente casa con Doña Narcisa Marques, prima de Manuela, quien se inmola en 1814 para no caer en manos de las hordas de Boves.
Antonio José de Sucre, vio la primera luz en la primogénita Cumaná, el 3 de febrero de 1795.
Huérfano de madre a los siete años, el niño “Antoñito”, como se le conocía, es llevado hacia Caracas de la mano de su tío y padrino el sacerdote Antonio Patricio Alcalá, Arcediano de la Catedral.
En 1808 había iniciado estudios de matemáticas e ingeniería en la recién creada academia del coronel español Tomás Mires.
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Al presentarse los acontecimientos del memorable 19 de abril de 1810, es enviado a Cumaná donde ingresó en calidad de cadete en la Compañía de Nobles Húsares de Fernando VII, unidad de honores dirigida por Don Vicente.
El joven Sucre egresa el 12 de julio de 1810 a los quince años como subteniente de las Milicias Regladas de Infantería, ese año inicia su proyección a la historia como soldado y esclavo del deber y del honor. En octubre de ese año la Junta Suprema de Caracas lo designa Oficial de ingenieros y enviado a Margarita a participar en obras de mantenimiento de los fuertes allá existentes.
El 31 de julio de 1811 recibe el despacho de teniente de ingeniería; su capacidad e iniciativa son tomadas en cuenta para enviarlo como oficial de artillería a Barcelona; al poco tiempo es designado para integrar el estado mayor personal del generalísimo Francisco de Miranda durante las operaciones sobre Valencia en julio y agosto de 1811. En esa oportunidad estará también al lado del futuro Libertador, recibiendo ambos su bautismo de fuego el 22 de julio cerca de Mariara.
Al perderse la República con la capitulación de Miranda el 25 de julio de 1812, Domingo Monteverde viola los acuerdos capitulares, propiciando la huida de Sucre hacia Cumaná. Bolívar con mejor suerte pudo dirigirse a Curazao y luego llegará a Cartagena donde expondrá el famoso “Manifiesto de Cartagena” el 15 de diciembre de 1812. Iniciada la invasión desde el islote de Chacachacare al mando del coronel Santiago Mariño el 13 de enero de 1813, Sucre se incorporó al ejército oriental recibiendo por parte de Mariño el ascenso a capitán y luego a teniente coronel, formando parte del Estado Mayor de la División de la Región Oriental.
Según opinión de sus jefes y subalternos, este paladín se destaca por su espíritu de trabajo, el celo en la ejecución de sus tareas, la discreción y sobre todo el interés que le pone a cada orden y a cada movimiento. Las fuerzas de oriente y occidente se reúnen en La Victoria el 5 de abril de 1814, Mariño acepta la jefatura del Libertador y se trasladan a Valencia, y triunfarán en la Primera batalla de Carabobo el 28 de mayo de 1814, ejecutada en la misma “Sabana inmortal”.
La caída de Venezuela en 1814, permitirá una de las demostraciones más contundentes de la grandeza militar de Sucre como inmediato del impetuoso José Francisco Bermúdez; será Cartagena de Indias y las acciones desesperadas y heroicas de su defensa, las que se anidaban en el alma del joven teniente coronel. Como oficial de ingeniería fue encargado de obras de fortificación y emplazamiento de las piezas de artillería en la fortaleza de La Popa; famoso son los pontones para el muelle que colocó este hijo de Cumaná.
La fuerza española superior en número y en logística, hace inútiles los esfuerzos, y Cartagena la heroica, será un símbolo eterno de la grandeza humana ante un avasallante enemigo; y Sucre paradigma de heroicidad contra las fuerzas realistas. Tras ciento dieciséis días de férreo asedio, el 5 de diciembre de 1815 los republicanos y con ellos Sucre, pudieron desengancharse del enemigo para trasladarse en la goleta “Constitución”, propiedad del prócer francés Renato Beluche hacia Jamaica y Haití.
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La pericia y abnegación de los marinos, pudo salvarle la vida a un buen número de oficiales que pudieron escapar. Sucre sin participar en la Expedición de los Cayos de San Luís, de Haití pasó a Trinidad para continuar a Cumana. Pronto se incorporó al ejército de Mariño y Bermúdez, logrando por méritos el ascenso a coronel el 1ro de diciembre de 1816, grado que sería ratificado por Bolívar el 6 de agosto de 18. En la región oriental se había reunido una Junta de Oficiales el 8 de mayo de 1817, actividad conocida como el “Congresillo de Cariaco”, donde se desconocía la autoridad de Bolívar.
Sucre y Urdaneta se encontraban en Cumanacoa, y al recibir la decisión del Congresillo, negándole su apoyo, en muestra de lealtad decidieron trasladarse a Guayana en busca del Libertador; Sucre es designado comandante del Cuerpo de Infantería del bajo Orinoco y jefe de Guayana La Vieja; a partir de este momento de la historia, Bolívar y Sucre mantendrán una amistad imperecedera.
El 4 de octubre de 1817 es designado Bermúdez comandante de la provincia de Cumaná, y Sucre como jefe del estado mayor, quien ante este importante nombramiento solicitó al Libertador el Manual de los Estado Mayores del francés Manuel Thiebault; Sucre diría: ”Sin dicho libro, podré cometer faltas que no estarán a mi alcance”. El citado manual de consulta es el mismo autorizado por Bolívar en su decreto del 24 de septiembre de 1817, por el cual creó los estados mayores divisionarios del ejército.
El vicepresidente de la República de Colombia-La Grande, Francisco Antonio Zea, tomando en cuenta los indiscutibles méritos del joven oficial, lo ascendió en agosto de 1819 a general de brigada, grado ratificado por Bolívar el 16 de enero de 1820 en San Juan de Payara, lugar de los llanos apureños, donde le asigna una delicada misión en el aspecto logístico, llevará sesenta mil pesos en oro y plata que tenía que recoger en Angostura para adquirir en Saint Thomas a través del señor Vincent Benedetti: cuatro mil fusiles con su respectiva bayoneta, trescientos sables, mucho papel, pólvora y plomo.
Cumplida exitosamente la actividad y entregada parte del material en Angostura el 15 de abril de 1820 y en Apure al general Urdaneta, al presentársele al Libertador en Cúcuta para rendirle cuenta de su cometido.
Al verle llegar montado en una mula, Daniel Florencio O´Leary, edecán del Libertador, que no lo conocía expresa: ¿Mi general, quien ese mal jinete que se aproxima ¿ Bolívar le contestó: “Es Sucre, uno de los mejores oficiales del ejército, reúne los conocimientos profesionales de Soublette, el bondadoso carácter de Briceño Méndez, el talento de Santander y la actividad de Salóm; por extraño que parezca, no se le conocen, ni se sospechan de sus aptitudes; estoy resuelto a sacarle a la luz, persuadido que algún me rivalizará”. Esta es una profética opinión relacionada con las futuras ejecutorias de este joven futuro mariscal.
El 27 de septiembre de 1820 desde el cuartel general de San Cristóbal; mediante decreto del Libertador designa a Sucre con apenas veinticinco años, encargado de la Secretaría de Marina y Guerra. La capacidad de Sucre le permitió ser nombrado el 16 de noviembre de 1820 Jefe del Estado Mayor del Ejército en reemplazo del general Carlos Soublette ascendido a vicepresidente interino.
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El alzamiento producido en España el 1ro de enero de 1820 en Cádiz por los coroneles Rafael Riego y Antonio Quiroga contra el rey Fernando VII por violar la Constitución de Sevilla promulgada el 19 de marzo de 1812, impidió el envío de diez mil soldados en refuerzo de las menguadas tropas de Morillo, quien fue autorizado en abril de 1820 para lograr un entendimiento provisional con Bolívar, recibiendo como respuesta el 21 de junio que de celebrarse un acuerdo con España, se firmaría en base a la Ley Fundamental de Colombia, con “Venezuela como provincia independiente y parte de la Gran Colombia”. Sucre fue designado para presidir las negociaciones acompañado del coronel Pedro Briceño Méndez y del teniente coronel José Gabriel Pérez.
Representando al Estado Español, estuvieron el general Ramón Correa, Juan Rodríguez del Toro y Francisco González Linares. Las conversaciones se iniciaron el 22 de noviembre, culminando el 26 con los Tratados de Armisticio y Regularización de la guerra, que serían ratificados y firmados por Bolívar y Morillo, sellados mediante un abrazo en Santa Ana de Trujillo.
Exaltando la actuación de Sucre el Libertador escribiría:
“Este Tratado elaborado por Sucre, es digno del alma de aquel negociador, la clemencia, el genio de la beneficencia lo dictaron, él será tan eterno como el más grande monumento de la piedad aplicado a la guerra, él será eterno como el nombre del vencedor de Ayacucho”.
Esta actividad negociadora y humanística, permitió que en el Congreso de Historia realizado en Bucarest en 1980, a propuesta del doctor e historiador ecuatoriano Jorge Salvador Lara, Sucre haya sido designado: “Precursor del derecho Humanitario Internacional”, adelantándose 43 años a la creación del Comité Internacional de la Cruz Roja y 44 años de los Tratados de Ginebra.
La diligencia de Sucre en Trujillo, permitió humanizar la beligerancia mediante, el canje de prisioneros, no llevar los conflictos a las poblaciones, honores a los fallecidos, atención a los heridos los cuales no deben considerarse como prisioneros de guerra; delicada misión que revelan a un Sucre regio, diplomático, eficiente, humanista, sin idea de venganza ante la muerte de sus familiares e idóneo para tareas mucho más delicadas.
Ese fue el tiempo del aprendizaje; cada hecho tenía como norte el uso adecuado de los pocos elementos disponibles, de una singular forma de actuar que determinaron éxitos apreciables, y que colocaron al máximo jefe ante un admirable oficial, que por más limitados que fueran sus recursos, iba logrando juicio, criterio, acción y talento, puestos al servicio de una causa muy grande, y cuyo logro era en aquellos duros años de limitaciones, de presiones y sacrificios.
El 21 de enero de 1821 Sucre en Bogotá, es designado por el Libertador Comandante del Ejército del Sur, como representante plenipotenciario ante la Junta Patriótica del departamento de Guayas, reemplazando al general del general Manuel Valdés.
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Buena escogencia, porque después de los Tratados que logró humanizar la guerra y la andanza de Sucre por los vericuetos políticos, le correspondería iniciar la marcha al Sur, tan llena de problemas como de gloria, oportunidad para tomar decisiones bajo su única y exclusiva responsabilidad.
El joven cumanés iría acompañado como buen ingeniero de su escuadra, compás, lápiz, juventud y voluntad de vencer; ningún oficial había recibido tanta confianza y puestas las esperanzas en la redención de los pueblos. Al pasar por Cuenca, funda en marzo de 1821 la Corte de Justicia de esa importante población ecuatoriana.
El 15 de mayo de 1821, firma el Tratado de Guayaquil, con los miembros de la Junta, quedando la provincia bajo la protección de Colombia La Grande, y el Libertador con plenos poderes para su defensa e independencia. Una vez reforzado el ejército, y resuelto el problema político se movilizó hacia Yaguachi, donde triunfa el 12 de agosto ante el coronel Francisco González, luego derrotado por el general Melchor Aymerich el 12 de septiembre en Huachi, al tener en contra una ventisca de arena que facilitó el empleo de la caballería enemiga.
Sucre pudo dirigirse de nuevo a Guayaquil para recibir refuerzos enviados por San Martín y sin perder tiempo prepara una ofensiva sobre las posiciones realistas en Quito. La noche del 23 de mayo de 1822, avanzó sigilosamente con sus batallones, sorteando precipicios y desfiladeros, bajo lluvia y baja temperatura; muchos de los soldados para mitigar el frío se flagelaban; nuestro “poeta del pueblo” Andrés Eloy Blanco al referirse a nuestros paisanos diría: “Que en una mañana fría un llanero le preguntaba a otro, ¿tienes frío¿ recibiendo como respuesta… para que frío, si no tengo cobija.
La Sorpresa, uno de los nueve Principios de la Guerra, empleada por Sucre al cambiar su dispositivo de la noche a la mañana, le permitió coronar con éxito la cima del volcán Pichincha a 3.200 metros de altura, frente a la señorial ciudad de Quito, cuyos habitantes presenciaron cual pantalla gigante, la acción iniciada a las 8 de la mañana del 24 de mayo contra el general Melchor Aymerich
En el Fuerte Panecillo cercano a Quito, el héroe cumanés ofreció a Aymerich una honrosa capitulación digna del alma de este “caballero de la Historia”, expresión sublime de su generosidad. Bolívar había triunfado en Bomboná el 7 de abril ante el coronel Basilio García, y al enterarse del triunfo de Sucre, apuró la marcha para entrar a Quito el 16 de junio, ascendiendo el 18 de junio al joven Sucre a general de división y designarlo Intendente de la ciudad.
El libertador escribiría al referirse al resonado triunfo en Pichincha “Cima de la libertad”: “Esa batalla consumó la obra del celo de Sucre, de su sagacidad, de su valor…aquellos pueblos veían en el su Libertador, su amigo, se mostraron más satisfechos del jefe que les era destinado, que de la libertad misma que recibían de sus manos”.
Así demostraba Sucre la confianza en él depositada, iba cerro arriba, historia adentro buscando la victoria y triunfaría para hacer libre a Quito, para definir espléndida a la nación ecuatoriana y para justificar a la luz de los estudios políticos, el afán americano de la revolución de independencia.
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Sucre era capaz de luchar en cualquier tipo de terreno, sin escogerlo y sin exponer sus tropas a las derrotas; aplicando fielmente la estrategia y los principios de la guerra, sus planes de operaciones eran simples, sencillos y eficientes.
Como Intendente de Quito se esmeró en gobernar a todos y para el bien de todos, especial interés por la educación y por el bienestar de sus pobladores; supervisó el pago de impuestos y su debido uso; ordena que sea el mérito quien determine los ascensos de los empleados públicos; allá conoce a Mariana Carcelén y Larrea Marquesa de Solanda y marquesa de Vilarrocha, joven de diecisiete años quien sería su futura esposa luego de seis años de ausencia. Emitió una “Ordenanza para el Aseo Urbano” el 19 de agosto de 1822, el más antiguo que se conoce en América.
El 31 de marzo de 1823 Sucre se movilizó al puerto de Guayaquil para recibir instrucciones del Libertador, relacionadas con la continuación de las operaciones militares hacia el Perú atendiendo siete solicitudes para su liberación; Bolívar al no poder trasladarse envía a Sucre como plenipotenciario. El 13 de abril se embarcó con destino al puerto peruano de El Callao, para continuar a Lima a fin de resolver problemas de carácter político y militar.
Ante un ejército realista invencible hasta el momento. Bolívar llega a Lima el 1ro de septiembre de 1823. Inician las operaciones el 29 de julio de 1824 desde la población de Huaraz. El 6 de agosto de 1824, se libra la batalla de Junín, cerca de la población de Reyes, a más de tres mil metros de altura, combate “silencioso” contra el general realista José de Canterac, encuentro armado con la connotación de haberse realizado con armas blancas: cuchillos, sables, lanzas y bayonetas, no se efectuó ningún disparo; donde las tropas republicanas ejecutaron el famoso “Vuelvan Caras”; Sucre no participó en el combate por venir avanzando con la infantería a ocho kilómetros de distancia del la caballería.
Ambos ejércitos quedaron seriamente disminuidos por la bajas sufridas y el desgate logístico. El Libertador le ordenó a Sucre que reorganice la parte logística del ejército, actividad realizada con prontitud y eficiencia.
Cumplida la misión, Sucre molesto le escribió desde Jauja el 27 de agosto al Libertador por recibir la orden de estar en la retaguardia y realizar la actividad que bien la hubiera ejecutado un oficial subalterno; Bolívar le contestó desde Huamanga el 4 de septiembre diciéndole que le había encomendado esa misión logística por considerarlo el más capaz para cumplirla, lo consideraba el general del soldado; “la gloria de Sucre está en ser grande y ser útil”.
Concluyó Bolívar su misiva:
“Si usted quiere venir a ponerse a la cabeza del ejército yo me iré atrás y usted marchará adelante para que todo el mundo vea que el destino que he dado a usted no lo desprecio para mí”.
Soy de Ud. de todo Corazón. Bolívar.
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Previo al combate de Junín, el Congreso de Colombia revocaba al Libertador el mando de las tropas en el Perú, dejando encargado el 6 de octubre a su hombre confianza, en la continuación de las operaciones como Comandante del Ejército Libertador diciéndole:
“Haga usted lo que mejor le parezca, y esta autorización no incluye ni modificación ni restricción”.
En su avance hacia las posiciones enemigas, le correspondió movilizar su ejército por escarpadas montañas a mas de tres mil metros de altura, teniendo como enemigo al fuerte frío conocido como “soroche”, causante de muchas bajas. Minimizaba el frío dándole a tropa ajo y cebolla.
Sabía que se enfrentaría a un ejército superior en número y en logística, tenía que utilizar los recursos disponibles y su don de mando para mantener en alto la moral de su ejército integrado por bravos soldados de catorce naciones. Se desengancha de una emboscada el 3 de diciembre de 1824, en el sitio conocido como Corpahuayco, permitiéndole avanzar hasta la población de Quinua en el sitio Ayacucho.
Ayacucho en voz quechua significa “rincón de los muertos”, debido a los enfrentamientos que realizaban los indígenas entre si, y luego contra los españoles.
El 9 de diciembre de 1824, antes de enfrentarse al ejército del virrey José de la Serna Hinojosa, el joven general de 29 años, arengando a su ejército les diría al concluir:
“Soldados de los esfuerzos de hoy, pende la suerte de América, otro día de gloria va a coronar vuestra Constancia”.
En un combate que duró tres horas Sucre obtiene el resonante triunfo ante un ejército derrotado más no humillado, ofreciéndole la capitulación más honrosa de todas las habidas en la historia universal.
En el mismo campo sobre una roca de su puño y letra le escribió al Libertador.
”Está concluida la guerra, completada la libertad del Perú, me he tomado la libertad de realizar ascensos y recompensas para los oficiales que se destacaron en la magna batalla…por premio para mi, pido a usted me conserve su amistad”…
No se podía esperar menos nobleza y lealtad de este valeroso paladín emancipador. El 27 de diciembre el Libertador emitió en Lima un Decreto, donde exaltó la grandeza de Sucre y en reconocimiento lo designó Gran Mariscal con el sobrenombre de “General Libertador del Perú”. El 12 de febrero de 1825 el Congreso Constituyente del Perú dictó un Decreto reconociéndolo con el dictado de “Gran Mariscal de Ayacucho”.
El Congreso de Colombia lo ascendió el 14 d febrero de 1825 a “general en jefe”. La Municipalidad de Lima le entrega una espada de oro guarnecida con mil ciento setenta y ocho diamantes. La población de Cochabamba le regaló una Pluma de Oro guarnecida con perlas, la cual regaló a la municipalidad de Cumaná, para que sus paisanos escriban las hojas brillantes que caben a Cumaná en la historia.
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A la única persona a quien Bolívar le escribe una biografía es a este joven; al informárselo en febrero de 1825 expone: “Usted créame general, nadie ama la gloria tanto como yo, jamás un jefe ha tributado mas honor a un subalterno”.
“Ahora mismo se está imprimiendo una relación de la vida de Usted hecha por mí. Cumpliendo con mi conciencia, le doy a Usted cuanto merece; esto lo digo para que vea que soy justo; desapruebo mucho lo que no me parece bien, al mismo tiempo que admiro lo que es sublime”.
En relación a la batalla de Ayacucho y al héroe escribió:
El general Sucre es el Padre de Ayacucho, es el redentor de los hijos del sol, es el que ha roto las cadenas con que envolvió Pizarro el imperio de los incas. La posteridad representará a Sucre con un pie en el Pichincha y el otro en el Potosí, llevando en sus manos la cuna de Manco Capac y contemplando las cadenas del Perú rotas por su espada”.
Sucre continuó su marcha hacia Cuzco para llegar al Alto Perú –hoy Bolivia; en su avance encuentra las ruinas de Tiahuanaco, disponiendo su preservación por ser preincaicas posiblemente de origen egipcio; en La Paz firma el 9 de febrero de 1825 un Decreto, mediante el cual convocó a una Asamblea de Diputados de las cuatro Provincias Alto peruanas a saber La Paz, Potosí, Cochabamba y Chuquisaca, con el fin de que decidan democráticamente su destino; de esta manera, Sucre se adelantaba ciento cincuenta años al “Principio de Autodeterminación de los Pueblos”.
La actividad desplegada por Sucre en el altiplano le permitió ser designado Presidente Provisional del Alto Perú en mayo de 1826, y el 9 de diciembre elegido Presidente Constitucional; en cuyas funciones dictó decretos para mejorar la beneficencia pública, la educación, la salubridad, la hacienda y los servicios públicos, decretó amnistía general, libertad de prensa y de culto, igualmente realiza tratados comerciales con Perú y decreta la entrega de tierras a los indios, organiza la agricultura y saca los cementerios de las iglesias, entre tantas actividades en beneficio del pueblo boliviano, Su desprendimiento era de tal magnitud que dona los veinticinco mil pesos que le había otorgado la Asamblea Nacional a las viudas e hijos de los soldados que lucharon en Ayacucho.
Sin ambiciones de permanecer en el poder y esperando la reunión del Congreso para presentar su renuncia con el deseo de regresar a Quito, sufre el 18 de abril un alevoso atentado, producto de una insurrección de la Primera Compañía de Granaderos a caballo de la guarnición de Chuquisaca propiciada desde Lima, le deja imposibilitado el brazo derecho, recibiendo el remoquete de “el manquito”. Al serle aceptada la renuncia el 2 de agosto de 1828, el Congreso la lee el día 6; mensaje de hondo contenido humano donde se despide de los bolivianos:
“…Me despido de vosotros y de Bolivia, al separarme haré una confesión ingenua, mis sentimientos los he sometido a ella…he observado que en la política no hay amistad ni odio, sino que debe llenar la dicha del pueblo que se gobierna.
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…La constitución me hace inviolable y ninguna responsabilidad me cabe por actos del gobierno, pero pido que se me destituya de esta prerrogativa, y que se examine escrupulosamente toda mi conducta
…si se justificara una sola infracción de la ley, volveré de Colombia a someterme al fallo de las leyes… les pido como premio, no una recompensa material, ni dinero, ni haciendas, ni honores, pido que se examine mi conducta, que se me despoje del atributo constitucional que me hace inviolable”.
Igualmente dijo: “No he hecho gemir a ningún boliviano, ninguna viuda, ningún huérfano solloza por mi causa. He levantado del suplicio, porción de infelices condenados por la ley y he señalado mi gobierno por la clemencia, la tolerancia y la bondad… en el retiro de mi vida, veré mis cicatrices, y nunca me arrepentiré de llevarlas, cuando me recuerden, que para formar a Bolivia, preferí el imperio de las leyes, a ser el tirano o el verdugo que llevara siempre una espada pendiente sobre la cabeza de los ciudadanos”.
El joven cumanés partió de Bolivia el 2 de agosto de 1828 para llegar a Quito el 30 de septiembre, reuniéndose con su esposa Mariana, con quien se había casado por poder el 20 de abril de ese año. Era Mariana una señorita de alta alcurnia, de noble carácter, apoyaba con dádivas a los soldados que le solicitaban apoyo económico, muy respetada por los hombres y admirada por las mujeres quiteñas.
El 28 de octubre de 1828, es designado Jefe del ejército Colombiano para la Campaña contra la insensata invasión peruana al mando del general José La Mar a quien derrota en la batalla de Tarqui el 27 de enero de 1829; campaña de treinta días que concluye con una honrosa capitulación firmada en la población de Girón, exaltando de nuevo la necesidad de la fraternidad americana.
Sin disfrutar del calor hogareño fue designado diputado por Cumaná ante el Congreso Admirable reunido en Bogotá el 20 de enero de 1830, donde es elegido Presidente. Antes de dirigirse a Bogotá siguiendo una costumbre de los viajeros de la época, dictó su Voluntad Testamentaria, y no por precaución ante la posibilidad de morir.
Testamento entregado el 10 de noviembre de 1829, previamente cerrado con tres sellos al general ecuatoriano Vicente Aguirre su oficial de confianza, designado albacea junto al coronel ecuatoriano Pedro Alarcón.
Como Presidente del Congreso Admirable es enviado en comisión diplomática a Venezuela en compañía de monseñor José María Estévez Obispo de Santa Marta, elegido vicepresidente del Congreso y el diputado Francisco Aranda, con la finalidad de lograr salvar la unidad grancolombiana, sueño del Libertador. La comisión apenas pudo llegar hasta La Grita y Táriba, teniendo que devolverse por no encontrar receptividad y verse amenazados por parte de las autoridades venezolanas; sería la última vez en tocar territorio venezolano.
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Al regresar a Bogotá para despedirse del Libertador, supo que había salido el 8 de mayo con destino a Cartagena, Sucre le escribió una emotiva misiva de despedida:
“Mi general he ido a casa de usted para acompañarlo, ya se había marchado. Acaso esto es un bien, pues me ha evitado el dolor de la más penosa despedida. Ahora mismo comprimido mí corazón no sé qué decir a Usted…
Adiós mi general, reciba Usted por gaje de mi amistad, las lágrimas que en este momento me hace verter la ausencia de usted. Sea feliz en todas partes y en todas partes cuente con los servicios y con la amistad de su más fiel y apasionado amigo”.
Bolívar le contesta desde Turbaco:
“La apreciable carta de Ud. sin fecha en que se despide de mí, me ha llenado de ternura, y si a Ud. le costaba escribirla ¿Qué diré yo¿ qué no tan solo me separo de mi amigo sino de mi patria ...Yo me olvidaré de Ud. cuando los amantes de la gloria se olviden de Pichincha y Ayacucho.
Sucre deseaba regresar a Quito para estar el 13 de junio presente en la festividad de su patrono San Antonio de Padua; le recomendaron la ruta puerto de Buenaventura- puerto de Guayaquil- Quito, la cual desecha por la duración, prefiriendo la ruta Bogotá-Neiva-Popayán-Pasto-Quito; era la crónica de una muerte anunciada, por cuanto al ser la continuación de la obra del Libertador era el objetivo a aniquilar por parte de los mismos enemigos de Bolívar.
En el diario El Demócrata de Bogotá apareció el 1ro de junio un aviso:
“Ojalá se pueda hacer con Sucre, lo que no se pudo con Bolívar”, se refería al atentado donde salió ileso el Libertador el 25 de septiembre de 1828.
Quería regresar al Quito de sus amores, abandonar la política, estar en el calor del hogar y descansar de tantas amarguras.
En las paradas que realizaba la caravana de siete personas, que incluía al diputado de Cuenca el Dr. José Andrés García Trellez, eran alertados sobre un inminente atentado, entre ellos monseñor Rafael Mosquera obispo de Popayán en cuya residencia pernoctaron el 29 de mayo. El fatídico 4 de junio, la caravana integrada por siete personas se adentran en la selva de Berruecos y en la Jacoba en el sitio conocido como El Cabuyal, los tres asesinos camuflados en la espesura le llaman… general Sucre, al voltear, recibe un balazo en la cabeza, otro en el cuello y el tercero en el pecho, apenas pudo exclamar ¡ay balazo! Sus acompañantes huyeron despavoridos hacia La Pascana de la Venta. El inmaculado mariscal quedó tendido en el suelo veinticuatro horas, muerto en la niebla oyendo crecer la soledad, acompañado de su fiel mayordomo Lorenzo Caicedo quien piadosamente le colocó una improvisada cruz en el sitio de La Capilla.
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A los seis días llegó Caicedo a Quito con la infausta noticia a la viuda Doña Mariana Carcelén y Larrea, entregándole las botas y el sombrero del ilustre paladín. Doña mariana ordena que traigan el cadáver con el toda la discreción y secreto posible.
El 2 de julio en La Popa- Cartagena, Bolívar recibe en horas de la noche la ingrata noticia exclamando:
“Santo Dios se ha derramado la sangre del Abel de América”. El Libertador lo estimaba en grado sumo que lo consideraba “Mi otro yo”; era la continuación de su obra y más capacitado para sustituirlo. Es importante acotar que en la voluntad testamentaria del Libertador realizada el 10 de diciembre de 1830 en la Quinta San Pedro Alejandrino en Santa Marta, expresa en el aparte 11, cito:
“Mando a mis albaceas que la espada que me regaló el Gran Mariscal de Ayacucho, se devuelva a su viuda para que la conserve, como una prueba del amor que siempre he profesado al expresado Gran Mariscal”, fin de la cita.
En el vil asesinato estuvo involucrado el coronel trujillano Apolinar Morillo quien pagó cuarenta pesos a los sicarios, cuyo autor intelectual fue el general neogranadino José María Obando. El escritor mexicano Carlos Pereira afirmaba que: “Sucre, era un copo de nieve sobre un charco de sangre”.
Los restos de Sucre permanecieron hasta 1841 en el oratorio de la hacienda El Dean, propiedad de Doña Mariana, cuando fueron trasladados sigilosamente hasta el Convento de Carmen El Bajo, enterrado al pie del altar de la capilla al lado de los restos de Teresita, su pequeña hija muerta a los dos años; se hizo saber que estaba enterrado en la iglesia San Francisco. Setenta años después, fueron localizados gracias a la información proporcionada por la señora Rosario Rivadeneira muy allegada a Doña Mariana.
Por disposición del Presidente del Ecuador Eloy Alfaro, se colocaron sus venerados restos en la Catedral de Quito el 4 de junio de 1900, cuya oración fúnebre a cargo de monseñor Federico González Suárez, obispo de Ibarra quien diría:
…”Si Sucre hubiera podido hablar en Berruecos, no temo asegurar que sus últimas palabras hubieran sido para perdonar a sus asesinos”.
En carta de Sucre al general tocuyano José de la Trinidad Morán el 12 de diciembre de 1825 manifestaba: “Yo deseo al morir que mis huesos sean enterrados en Quito o lanzados al volcán Pichincha”. La placa colocada en la tumba granítica en la Catedral de Quito reza: “En este mausoleo, descansan bajo la insignia de la cruz, esperando la futura resurrección, los restos del ínclito general Antonio José de Sucre”.
Venezuela no ha renunciado en la tarea de repatriar los restos del Gran Mariscal de Ayacucho, y colocarlos en el Panteón Nacional al lado de la tumba del Libertador, donde un cenotafio espera por ellos.
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En agosto de 1894 es enviado a Quito el sacerdote Antonio José Sucre y Alcalá para coordinar la búsqueda de los restos de su tío. Diligencia con resultados negativos.
Cuando el presbítero se dirigía al puerto de Guayaquil para regresar a Venezuela, falleció el 17 de julio de 1895 a causa de la fiebre amarilla, es decir que buscando los restos de su tío dejó los suyos en Babahoyo. Doña Mariana Carcelén le escribió al Gral. Obando una carta donde le dice:
“Estos fúnebres vestidos, este pecho rasgado, el pálido rostro y el desgreñado cabello, están indicando tristemente los sentimientos dolorosos que abruman mi alma. Ayer esposa de un héroe, hoy objeto lastimero de conmiseración, nunca existió un mortal mas desdichado que yo; la que te habla es la viuda desafortunada del Gran Mariscal de Ayacucho…Yo te lo juro, e invoco por testigo al alto cielo, un corazón más puro y recio que el de Sucre no palpitó en pecho alguno…
Cédeme pues los despojos mortales, las tristes reliquias del héroe, del padre y del esposo, y toma en retorno las trémulas imprecaciones de su Patria, de su huérfana y de su viuda”.
Nunca habrá palabras suficientes para el análisis total y satisfactorio de la vida y obra del ilustre cumanés, porque siempre descubrimos en él nuevas facetas, modos y anhelos que llenó a perfección. Es como aquellas leyendas de la Grecia magna que se repiten en miles de versiones todos los días; Sucre es el hombre lección permanente, con una hoja militar de las más brillantes y espectaculares del continente de todas los tiempos.
Sus méritos y actuaciones le permitieron recibir catorce condecoraciones y tres espadas de oro. Formado en la escuela de la guerra, tuvo una academia militar itinerante, es decir aprendizaje sobre la marcha. Jamás desenvainó su espada para mancharla con sangre inocente; no aplicaba el bien y la justicia por capricho, sino porque le era imposible actuar de otra manera; era quien se excedía…pero en generosidad.
El distinguido escritor colombiano Mauricio Vargas Linares bien lo conceptúa: “El Mariscal que vivió de prisa”.
Los hijos del general Antonio José de Sucre Hijos.
De la unión matrimonial con Mariana Carcelén y Larrea, nació Teresita el 10 de julio de 1829.
En Guayaquil con Tomasa Bravo tuvo a Simona el 16 de abril de 1822, de ella se perdió su destino a partir de los seis años de nacida.
En Chuquisaca con María Rojas tuvo a Pedro César en 1825, futuro teniente coronel del ejército boliviano, con descendencia
En La Paz con Rosalía Cortes tuvo a José María el 13 de enero de 1826, con descendencia
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Corta pero fructífera fue la vida de este joven prócer cumanés, como suele ser el destino de los grandes hombres que hacen sentir los valores de la verdad, la libertad y la justicia. Hubo de rendir su existencia a los treinta y cinco años, edad en que muchos hombres comienzan a proyectarse en la vida.
Podemos afirmar que vivió apenas un día, por cuanto nació un 3 de febrero y murió un 4 de junio. De una personalidad polifacética moldeada en la fragua del sufrimiento. Creció con los golpes duros de la vida, pero también creció con los toques de su alma benigna.
Oímos de su palabra: “Mi vida militar está formada de principios y éstos por mi educación, no ha sido necesaria la revolución para sacarme del lodo, ni mi carrera está formada por intrigas, ni por circunstancias, sino por servicios prestados y por una conducta, que con la cabeza erguida, sostengo que es intachable”.
Bolívar lo define: “Es la cabeza más organizada de Colombia, es metódico y capaz, de las más altas concepciones; es el mejor general de la República y su primer hombre de estado”; “Sus campañas necesitan un César para narrarlas.
Es bueno que así sea, y que tengamos una fuente pródiga de verdades a nuestra mano para las duras tareas de hoy y de siempre. Bolívar y Sucre sucumbieron ante la perfidia humana; Sucre acechado por la envidia y el súbito lance en Berruecos, y nuestro Libertador, sufrió la traición y agonía por muchos años; pero ambos también conocieron la inmortalidad en el calor eterno de los `pueblos.
La Doctrina Sucre producto de su ejemplar trayectoria como estratega determina que: “El triunfo no crea privilegios”
“La justicia es la misma antes y después del combate”.
Sucre y la educación. Era para él un compromiso vital, porque a través de ella se logra la felicidad de los pueblos, se esmeraba en fundar escuelas; afirmaba que:
“La buena educación es un caudal mucho mayor que los bienes de fortuna”
“Educar es el más alto deber de las autoridades delante de Dios y de los hombres”•
“La educación es el origen de los buenos ciudadanos y magistrados”.
En la población ecuatoriana de Cuenca consiguió siete escuelas y dejó veinte; el 19 de octubre de 1822 crea en Quito una Junta, destinada a encargarse de los asuntos de la instrucción pública, raíz del actual ministerio de educación.
Instituyó el inglés, la astronomía; propició la creación de la universidad de La Paz, funda la Academia Militar y un Instituto de Ciencias Exactas en la Paz; igualmente el colegio de minas en el Potosí.
El 25 de mayo de 1826 en su mensaje al Congreso de Bolivia dijo:
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“Persuadido que un pueblo no puede ser libre, si la sociedad que lo compone no conoce sus deberes y sus derechos, he consagrado un cuidado especial a la educación pública”.
En su honor el inicio del período escolar en Bolivia se inicia el 3 de febrero su fecha natal.
Sucre logístico. En esta difícil área que implica el arte práctico de calcular, equipar, mantener y mover los ejércitos, el establecimiento de las tropas sin atrincherar, y todas las actividades que hagan posibles y exitosas la ejecución y sostenimiento de las operaciones militares se destaca el paladín cumanés.
Clara evidencia de su trabajo lo internalizamos cuando después de la batalla de Junín, en la retaguardia se ocupó de rehacer un maltrecho ejército de dos mil hombres y tenerlos disponibles para salir victoriosos en Ayacucho “Cumbre de la gloria americana”.
A tal fin, construyó un hospital de campaña, reparó el armamento individual; utilizaba el tiempo libre para enseñar a los soldados a elaborar lanzas y herraduras; decía que el mejor hierro era el de Vizcaya, diseñó mantas para los soldados y para los caballos; puso en práctica una embarcación artillada. Elaboró un tipo de galleta como ración de combate de 30 gramos cada una con cantidad suficiente para soportar más de siete días de marcha.
En los avances por la fría cordillera andina utilizaba cornetas para guiar a los soldados en la neblina de las escarpadas, la cual atravesó en tres ocasiones. Preveía cuevas como depósitos avanzados para alimentos durante las largas y fuertes marchas de aproximación; utilizaba bejucos como pasarelas y para construir balsas. Para darle ejemplo a sus subalternos dormía en el suelo y lo hacía apenas durante cuatro horas, siempre pendiente de las inmediatas operaciones.
En sus pocos tiempos libres jugaba ajedrez.
Sucre Ingeniero militar. En Caracas estudia en 1808 en la recién creada Escuela de Ingeniería a cargo del coronel español Tomás Mires, donde adquiere conocimientos de: Algebra, agrimensura, topografía, dibujo lineal, fortificaciones, construcciones civiles y táctica militar; es considerado el “Precursor de la Ingeniería Militar en Venezuela”.
Encontrándose en Cartagena de Indias “La heroica”, construye emplazamientos para artillería, fortificaciones y sus famosos pontones. Luego de obtener información de los reconocimientos efectuados por personal de inteligencia conocidos como “montoneros”, Sucre elaboraba las cartas topográficas de las áreas de operaciones.
En los desplazamientos nocturnos se orientaba por las estrellas. Demarcó la carretera desde el Puerto Cobija a Potosí y hacia varias ciudades, ordenó la construcción de varios caminos, creó un servicio postal con los países vecinos. Dictó decretos para la conservación y buen uso del agua. Fundó escuelas de Minas, Preocupado por la preservación del ambiente, ordena la siembra de un millón de árboles en el Alto Perú.
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Rectificó los planos de la Catedral de La Paz y realizó ajustes al diseño interior de la Catedral de Chuquisaca hoy ciudad Sucre- capital de Bolivia. Realizó mantenimiento a los hospitales existente
Construyó en su hacienda en Quito una toma de agua sin perjudicar a los vecinos.
El Mariscal Sucre y los Niños de la Calle. Una faceta poco conocida del “Abel de América” fue la de su benignidad en la atención de los huérfanos de los soldados muertos en la lucha independentista; a tal fin le escribió a Su santidad el Papa León XII, explicándole su preocupación, la respuesta fue positiva, acompañada de la bendición apostólica.
El Convento de San Agustín fue destinado para los niños y el de Santo Domingo para las niñas, se asignaron cinco mil pesos a cada uno para su funcionamiento.
El responsable de la educación era el Director de Enseñanza Pública; quien debía supervisar la buena alimentación, uniformes y atención médica. Los jóvenes al egresar como bachilleres, obtenían un arte u oficio y apoyo financiero para desempeñarse como ciudadanos útiles a la nación.
Sucre periodista. En Ecuador fundó “El Monitor de Quito” en diciembre de 1822 y en Chuquisaca “El Cóndor de Chuquisaca” en 1826.
CONCLUSIÓN.
Dignos integrantes de la Junta Directiva y distinguidos integrantes de esta Docta Institución pedagógica, agradecido por su gentil atención, les dejo a su digna consideración este trabajo investigativo, con el mejor deseo, entusiasmo y disposición, de participar en todas las actividades dispuestas, de manera de internalizar las palabras del filósofo y político inglés Francis Bacon:
“Buscar la verdad es derecho y credo de todo hombre libre”.
Cuando inicié mis palabras, me referí a nuestros cinco grandes embajadores: Miranda, Bolívar, Andrés Bello, Simón Rodríguez y Sucre; todos ellos murieron fuera del país en difíciles condiciones.
Concluyo con unas del “Poeta del pueblo venezolano”, Andrés Eloy Blanco, refiriéndose al término de la vida terrenal de estos grandes cinco paisanos:
“Yo no sé qué pasa en Venezuela en el centro, en el medio, en la placenta, que el hijo bueno muera afuera y el malo adentro”.
Distinguidos integrantes del digno Instituto Venezolano de Genealogía, reciban mi agradecimiento y mejores deseos por que se continúe por el amplio camino de los objetivos establecidos.
Señores Eumenes Fuguet Borregales
CARACAS 22 DE FEBRERO DEL 2021
INTRODUCCIÓN.
Ciudadano doctor Antonio Alfredo Herrera Vaillant Buxo Canel, Presidente, distinguidos miembros de la Junta Directiva e integrantes del Ilustre Instituto Venezolano de Genealogía, gracias a su generosidad y confianza, me permiten cumplir con el precepto tradicional y reglamentario de esta honorable institución de importantes fines específicos, para presentar el tema: “Apología y datos genealógicos del general en jefe CARACAS 22 DE FEBRERO DEL 2021
INTRODUCCIÓN.
Ciudadano doctor Antonio Alfredo Herrera Vaillant Buxo Canel, Presidente, distinguidos miembros de la Junta Directiva e integrantes del Ilustre Instituto Venezolano de Genealogía, gracias a su generosidad y confianza, me permiten cumplir con el precepto tradicional y reglamentario de esta honorable institución de importantes fines específicos, para presentar el tema: “Apología y datos genealógicos del general en jefe Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho, el prócer más puro de la independencia americana y el caballero de la historia”.
Alto honor, compromiso y satisfacción, estar en este augusto lugar, donde sus honorables integrantes, cumplen a cabalidad con los postulados de promover y conservar estudios e investigaciones genealógicas con carácter científico de fructífera labor pedagógica.
Acudimos a una cita con la historia y con nuestro memorable e incomparable pasado, porque la historia es madre y maestra, ella está en constante movimiento, no es otra cosa que la vida misma, que nos permite desentrañar los orígenes de las brumas del tiempo, nos despierta una inusitada preocupación por llegar al fondo de los acontecimientos cimeros que dieron nacimiento a la formación de los pueblos.
La mejor vía para interesar a nuestros paisanos, es hacerles ver, que el pasado tiene consecuencias en el presente, y de esto depende el futuro; de allí el viejo axioma de que: “Un pueblo que no conozca su pasado, está irremediablemente condenado a repetirlo”. La mayoría de los venezolanos que hicieron la independencia, no eran fundamentalmente diferentes de sus padres y de sus abuelos; eso sí, tuvo una gran oportunidad, que quizás los otros no tuvieron, y supieron mostrarse a la altura de las circunstancias. Sería un error de muy graves consecuencias permitir, que una deformada concepción de la historia, le haga creer a nuestras gentes, que la gloria de hacer un país, se alcanza tan solo por las armas, o por la acción violenta.
Hay ciertamente épocas en que hay que recurrir a ellas, pero es precisamente para defender y asegurar lo que se creó. La tarea en estos convulsionados tiempos, es la de rescatar la cultura y la herencia histórica. Posiblemente hoy despertamos a los muertos, pero también es importante desvelar a los vivos, para que puedan internalizar el significado del pasado y puedan cumplir el importante rol que por tarea implícita o deducida deban ejecutar.
En el devenir histórico, aún se encuentran muchas páginas en blanco por llenar; quien la escriba, reconocerá de dónde venimos y hacia dónde vamos.
Las enseñanzas conservan su autoridad, porque no envejecen ni prescriben, es la lección perenne de los hombres que procuran cumplir su misión en el tiempo, ellos son maestros hasta en la posteridad. No volvamos la mirada al pasado para extasiarnos en su grandeza y significado, sino que nos sirva para reflexionar y rememorar las jornadas y los protagonistas que nos enaltecen.
Permítanme ahora iniciar la tarea encomendada, que nos ocupa en esta cita con nuestra historia.
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INICIO.
Venezuela dio para sí y para el mundo cinco grandes embajadores a saber:
Generalísimo Francisco de Miranda, el más universal de los venezolanos.
Libertador Simón Bolívar, Padre de seis naciones.
Don Andrés Bello, Padre de la Gramática Americana.
Don Simón Rodríguez, precursor de las Escuelas Técnicas en América; nacidos en Caracas.
Gral. en jefe Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho, representante de la juventud y de la provincia venezolana, nacido en Cumaná, de quien nos referiremos en esta oportunidad. Corta pero fructífera fue la vida de Sucre, como suele ser el destino de los grandes hombres que hacen sentir los valores de la verdad, la moral y la libertad.
Cual balanza de la justicia su destino estuvo signado por la desgracia y la gloria; pasó diez años en Venezuela en el tiempo de aprendizaje, aplicando la táctica como subalterno desde 1810 hasta 1820, y fuera de Venezuela como jefe y estratega desde 1820 a 1830.
INFORMACIÓN GENEALÓGICA RELACIONADA CON EL GRAN MARISCAL DE AYACUCHO.
En la ascendencia del ilustre paladín cumanés, encontramos que:
Su BISABUELO, CARLOS FRANCISCO DE SUCRE Y PARDO, nacido en Flandes, como oficial del ejército español, prestó servicios en Europa, Cartagena de Indias, Santiago de Cuba y en la provincia venezolana de Andalucía. Contrajo matrimonio primero con Margarita de Flores y Trelles, luego con Margarita Mier de Figueroa.
Del primer matrimonio nacieron: Feliciana Antonia, nacida en Cádiz.
María Isabel, nacida en Cartagena de Indias
Carlos
Vicente
ANTONIO, nació en Santiago de Cuba el 22-IX-1723, casado con Josefa
Margarita García de Urbaneja, del general Sucre
Coronel de importante figuración, ABUELO del general Sucre.
Antonio de Sucre Pardo y Trelles, en su segundo matrimonio con Josefa Margarita García de Urbaneja y Sánchez, procrearon diez hijos:
2
Luis Beltrán
María Teresa
Antonia
Antonio
María Magdalena.
Luisa Margarita
Vicente Sucre García de Urbaneja, casado con María Manuela de
Alcalá y Sánchez, PADRES del general Sucre
Francisco.
José Manuel
María del Rosario.
Vicente Sucre y Urbaneja y Manuela de Alcalá y Sánchez, procrearon nueve hijos:
José María
María Agua Santa
Josefa
Magdalena
José Jerónimo
Vicente
Pedro
ANTONIO JOSE DE SUCRE GARCIA DE ALCALÁ.
Francisco.
Vicente Sucre y García de Urbaneja contrajo segundas nupcias en Cumana con Narcisa Márquez de Valenzuela y Alcalá, con quien procreó nueve hijos:
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Carlos
Vicente
Ana María
Margarita.
José Manuel
Juan Manuel.
María Manuela
María Magdalena.
María del Rosario
Ampliando información de los hermanos del ilustre Hijo de Cumana, estudiamos que:
Francisco con el grado de capitán fue fusilado en Cariaco en 1817,
Magdalena de catorce años muere en su lecho de enferma en Cumaná por las hordas de Boves en 1814, María Josefa y Agua Santa con sus hijos, perecen en 1821 cuando zozobró la embarcación que las traía de regreso a Venezuela de Cuba.
Pedro con el grado de capitán fue fusilado por Boves en La Victoria después del combate de La Puerta en junio de 1814.
Vicente muere alanceado en su lecho de enfermo en Cumaná en 1814; el coronel José Jerónimo muere de cólera en Margarita en 1855 y el coronel José María muere de causa natural en Cumaná en 1855.
Viudo Don Vicente casa con Doña Narcisa Marques, prima de Manuela, quien se inmola en 1814 para no caer en manos de las hordas de Boves.
Antonio José de Sucre, vio la primera luz en la primogénita Cumaná, el 3 de febrero de 1795.
Huérfano de madre a los siete años, el niño “Antoñito”, como se le conocía, es llevado hacia Caracas de la mano de su tío y padrino el sacerdote Antonio Patricio Alcalá, Arcediano de la Catedral.
En 1808 había iniciado estudios de matemáticas e ingeniería en la recién creada academia del coronel español Tomás Mires.
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Al presentarse los acontecimientos del memorable 19 de abril de 1810, es enviado a Cumaná donde ingresó en calidad de cadete en la Compañía de Nobles Húsares de Fernando VII, unidad de honores dirigida por Don Vicente.
El joven Sucre egresa el 12 de julio de 1810 a los quince años como subteniente de las Milicias Regladas de Infantería, ese año inicia su proyección a la historia como soldado y esclavo del deber y del honor. En octubre de ese año la Junta Suprema de Caracas lo designa Oficial de ingenieros y enviado a Margarita a participar en obras de mantenimiento de los fuertes allá existentes.
El 31 de julio de 1811 recibe el despacho de teniente de ingeniería; su capacidad e iniciativa son tomadas en cuenta para enviarlo como oficial de artillería a Barcelona; al poco tiempo es designado para integrar el estado mayor personal del generalísimo Francisco de Miranda durante las operaciones sobre Valencia en julio y agosto de 1811. En esa oportunidad estará también al lado del futuro Libertador, recibiendo ambos su bautismo de fuego el 22 de julio cerca de Mariara.
Al perderse la República con la capitulación de Miranda el 25 de julio de 1812, Domingo Monteverde viola los acuerdos capitulares, propiciando la huida de Sucre hacia Cumaná. Bolívar con mejor suerte pudo dirigirse a Curazao y luego llegará a Cartagena donde expondrá el famoso “Manifiesto de Cartagena” el 15 de diciembre de 1812. Iniciada la invasión desde el islote de Chacachacare al mando del coronel Santiago Mariño el 13 de enero de 1813, Sucre se incorporó al ejército oriental recibiendo por parte de Mariño el ascenso a capitán y luego a teniente coronel, formando parte del Estado Mayor de la División de la Región Oriental.
Según opinión de sus jefes y subalternos, este paladín se destaca por su espíritu de trabajo, el celo en la ejecución de sus tareas, la discreción y sobre todo el interés que le pone a cada orden y a cada movimiento. Las fuerzas de oriente y occidente se reúnen en La Victoria el 5 de abril de 1814, Mariño acepta la jefatura del Libertador y se trasladan a Valencia, y triunfarán en la Primera batalla de Carabobo el 28 de mayo de 1814, ejecutada en la misma “Sabana inmortal”.
La caída de Venezuela en 1814, permitirá una de las demostraciones más contundentes de la grandeza militar de Sucre como inmediato del impetuoso José Francisco Bermúdez; será Cartagena de Indias y las acciones desesperadas y heroicas de su defensa, las que se anidaban en el alma del joven teniente coronel. Como oficial de ingeniería fue encargado de obras de fortificación y emplazamiento de las piezas de artillería en la fortaleza de La Popa; famoso son los pontones para el muelle que colocó este hijo de Cumaná.
La fuerza española superior en número y en logística, hace inútiles los esfuerzos, y Cartagena la heroica, será un símbolo eterno de la grandeza humana ante un avasallante enemigo; y Sucre paradigma de heroicidad contra las fuerzas realistas. Tras ciento dieciséis días de férreo asedio, el 5 de diciembre de 1815 los republicanos y con ellos Sucre, pudieron desengancharse del enemigo para trasladarse en la goleta “Constitución”, propiedad del prócer francés Renato Beluche hacia Jamaica y Haití.
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La pericia y abnegación de los marinos, pudo salvarle la vida a un buen número de oficiales que pudieron escapar. Sucre sin participar en la Expedición de los Cayos de San Luís, de Haití pasó a Trinidad para continuar a Cumana. Pronto se incorporó al ejército de Mariño y Bermúdez, logrando por méritos el ascenso a coronel el 1ro de diciembre de 1816, grado que sería ratificado por Bolívar el 6 de agosto de 18. En la región oriental se había reunido una Junta de Oficiales el 8 de mayo de 1817, actividad conocida como el “Congresillo de Cariaco”, donde se desconocía la autoridad de Bolívar.
Sucre y Urdaneta se encontraban en Cumanacoa, y al recibir la decisión del Congresillo, negándole su apoyo, en muestra de lealtad decidieron trasladarse a Guayana en busca del Libertador; Sucre es designado comandante del Cuerpo de Infantería del bajo Orinoco y jefe de Guayana La Vieja; a partir de este momento de la historia, Bolívar y Sucre mantendrán una amistad imperecedera.
El 4 de octubre de 1817 es designado Bermúdez comandante de la provincia de Cumaná, y Sucre como jefe del estado mayor, quien ante este importante nombramiento solicitó al Libertador el Manual de los Estado Mayores del francés Manuel Thiebault; Sucre diría: ”Sin dicho libro, podré cometer faltas que no estarán a mi alcance”. El citado manual de consulta es el mismo autorizado por Bolívar en su decreto del 24 de septiembre de 1817, por el cual creó los estados mayores divisionarios del ejército.
El vicepresidente de la República de Colombia-La Grande, Francisco Antonio Zea, tomando en cuenta los indiscutibles méritos del joven oficial, lo ascendió en agosto de 1819 a general de brigada, grado ratificado por Bolívar el 16 de enero de 1820 en San Juan de Payara, lugar de los llanos apureños, donde le asigna una delicada misión en el aspecto logístico, llevará sesenta mil pesos en oro y plata que tenía que recoger en Angostura para adquirir en Saint Thomas a través del señor Vincent Benedetti: cuatro mil fusiles con su respectiva bayoneta, trescientos sables, mucho papel, pólvora y plomo.
Cumplida exitosamente la actividad y entregada parte del material en Angostura el 15 de abril de 1820 y en Apure al general Urdaneta, al presentársele al Libertador en Cúcuta para rendirle cuenta de su cometido.
Al verle llegar montado en una mula, Daniel Florencio O´Leary, edecán del Libertador, que no lo conocía expresa: ¿Mi general, quien ese mal jinete que se aproxima ¿ Bolívar le contestó: “Es Sucre, uno de los mejores oficiales del ejército, reúne los conocimientos profesionales de Soublette, el bondadoso carácter de Briceño Méndez, el talento de Santander y la actividad de Salóm; por extraño que parezca, no se le conocen, ni se sospechan de sus aptitudes; estoy resuelto a sacarle a la luz, persuadido que algún me rivalizará”. Esta es una profética opinión relacionada con las futuras ejecutorias de este joven futuro mariscal.
El 27 de septiembre de 1820 desde el cuartel general de San Cristóbal; mediante decreto del Libertador designa a Sucre con apenas veinticinco años, encargado de la Secretaría de Marina y Guerra. La capacidad de Sucre le permitió ser nombrado el 16 de noviembre de 1820 Jefe del Estado Mayor del Ejército en reemplazo del general Carlos Soublette ascendido a vicepresidente interino.
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El alzamiento producido en España el 1ro de enero de 1820 en Cádiz por los coroneles Rafael Riego y Antonio Quiroga contra el rey Fernando VII por violar la Constitución de Sevilla promulgada el 19 de marzo de 1812, impidió el envío de diez mil soldados en refuerzo de las menguadas tropas de Morillo, quien fue autorizado en abril de 1820 para lograr un entendimiento provisional con Bolívar, recibiendo como respuesta el 21 de junio que de celebrarse un acuerdo con España, se firmaría en base a la Ley Fundamental de Colombia, con “Venezuela como provincia independiente y parte de la Gran Colombia”. Sucre fue designado para presidir las negociaciones acompañado del coronel Pedro Briceño Méndez y del teniente coronel José Gabriel Pérez.
Representando al Estado Español, estuvieron el general Ramón Correa, Juan Rodríguez del Toro y Francisco González Linares. Las conversaciones se iniciaron el 22 de noviembre, culminando el 26 con los Tratados de Armisticio y Regularización de la guerra, que serían ratificados y firmados por Bolívar y Morillo, sellados mediante un abrazo en Santa Ana de Trujillo.
Exaltando la actuación de Sucre el Libertador escribiría:
“Este Tratado elaborado por Sucre, es digno del alma de aquel negociador, la clemencia, el genio de la beneficencia lo dictaron, él será tan eterno como el más grande monumento de la piedad aplicado a la guerra, él será eterno como el nombre del vencedor de Ayacucho”.
Esta actividad negociadora y humanística, permitió que en el Congreso de Historia realizado en Bucarest en 1980, a propuesta del doctor e historiador ecuatoriano Jorge Salvador Lara, Sucre haya sido designado: “Precursor del derecho Humanitario Internacional”, adelantándose 43 años a la creación del Comité Internacional de la Cruz Roja y 44 años de los Tratados de Ginebra.
La diligencia de Sucre en Trujillo, permitió humanizar la beligerancia mediante, el canje de prisioneros, no llevar los conflictos a las poblaciones, honores a los fallecidos, atención a los heridos los cuales no deben considerarse como prisioneros de guerra; delicada misión que revelan a un Sucre regio, diplomático, eficiente, humanista, sin idea de venganza ante la muerte de sus familiares e idóneo para tareas mucho más delicadas.
Ese fue el tiempo del aprendizaje; cada hecho tenía como norte el uso adecuado de los pocos elementos disponibles, de una singular forma de actuar que determinaron éxitos apreciables, y que colocaron al máximo jefe ante un admirable oficial, que por más limitados que fueran sus recursos, iba logrando juicio, criterio, acción y talento, puestos al servicio de una causa muy grande, y cuyo logro era en aquellos duros años de limitaciones, de presiones y sacrificios.
El 21 de enero de 1821 Sucre en Bogotá, es designado por el Libertador Comandante del Ejército del Sur, como representante plenipotenciario ante la Junta Patriótica del departamento de Guayas, reemplazando al general del general Manuel Valdés.
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Buena escogencia, porque después de los Tratados que logró humanizar la guerra y la andanza de Sucre por los vericuetos políticos, le correspondería iniciar la marcha al Sur, tan llena de problemas como de gloria, oportunidad para tomar decisiones bajo su única y exclusiva responsabilidad.
El joven cumanés iría acompañado como buen ingeniero de su escuadra, compás, lápiz, juventud y voluntad de vencer; ningún oficial había recibido tanta confianza y puestas las esperanzas en la redención de los pueblos. Al pasar por Cuenca, funda en marzo de 1821 la Corte de Justicia de esa importante población ecuatoriana.
El 15 de mayo de 1821, firma el Tratado de Guayaquil, con los miembros de la Junta, quedando la provincia bajo la protección de Colombia La Grande, y el Libertador con plenos poderes para su defensa e independencia. Una vez reforzado el ejército, y resuelto el problema político se movilizó hacia Yaguachi, donde triunfa el 12 de agosto ante el coronel Francisco González, luego derrotado por el general Melchor Aymerich el 12 de septiembre en Huachi, al tener en contra una ventisca de arena que facilitó el empleo de la caballería enemiga.
Sucre pudo dirigirse de nuevo a Guayaquil para recibir refuerzos enviados por San Martín y sin perder tiempo prepara una ofensiva sobre las posiciones realistas en Quito. La noche del 23 de mayo de 1822, avanzó sigilosamente con sus batallones, sorteando precipicios y desfiladeros, bajo lluvia y baja temperatura; muchos de los soldados para mitigar el frío se flagelaban; nuestro “poeta del pueblo” Andrés Eloy Blanco al referirse a nuestros paisanos diría: “Que en una mañana fría un llanero le preguntaba a otro, ¿tienes frío¿ recibiendo como respuesta… para que frío, si no tengo cobija.
La Sorpresa, uno de los nueve Principios de la Guerra, empleada por Sucre al cambiar su dispositivo de la noche a la mañana, le permitió coronar con éxito la cima del volcán Pichincha a 3.200 metros de altura, frente a la señorial ciudad de Quito, cuyos habitantes presenciaron cual pantalla gigante, la acción iniciada a las 8 de la mañana del 24 de mayo contra el general Melchor Aymerich
En el Fuerte Panecillo cercano a Quito, el héroe cumanés ofreció a Aymerich una honrosa capitulación digna del alma de este “caballero de la Historia”, expresión sublime de su generosidad. Bolívar había triunfado en Bomboná el 7 de abril ante el coronel Basilio García, y al enterarse del triunfo de Sucre, apuró la marcha para entrar a Quito el 16 de junio, ascendiendo el 18 de junio al joven Sucre a general de división y designarlo Intendente de la ciudad.
El libertador escribiría al referirse al resonado triunfo en Pichincha “Cima de la libertad”: “Esa batalla consumó la obra del celo de Sucre, de su sagacidad, de su valor…aquellos pueblos veían en el su Libertador, su amigo, se mostraron más satisfechos del jefe que les era destinado, que de la libertad misma que recibían de sus manos”.
Así demostraba Sucre la confianza en él depositada, iba cerro arriba, historia adentro buscando la victoria y triunfaría para hacer libre a Quito, para definir espléndida a la nación ecuatoriana y para justificar a la luz de los estudios políticos, el afán americano de la revolución de independencia.
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Sucre era capaz de luchar en cualquier tipo de terreno, sin escogerlo y sin exponer sus tropas a las derrotas; aplicando fielmente la estrategia y los principios de la guerra, sus planes de operaciones eran simples, sencillos y eficientes.
Como Intendente de Quito se esmeró en gobernar a todos y para el bien de todos, especial interés por la educación y por el bienestar de sus pobladores; supervisó el pago de impuestos y su debido uso; ordena que sea el mérito quien determine los ascensos de los empleados públicos; allá conoce a Mariana Carcelén y Larrea Marquesa de Solanda y marquesa de Vilarrocha, joven de diecisiete años quien sería su futura esposa luego de seis años de ausencia. Emitió una “Ordenanza para el Aseo Urbano” el 19 de agosto de 1822, el más antiguo que se conoce en América.
El 31 de marzo de 1823 Sucre se movilizó al puerto de Guayaquil para recibir instrucciones del Libertador, relacionadas con la continuación de las operaciones militares hacia el Perú atendiendo siete solicitudes para su liberación; Bolívar al no poder trasladarse envía a Sucre como plenipotenciario. El 13 de abril se embarcó con destino al puerto peruano de El Callao, para continuar a Lima a fin de resolver problemas de carácter político y militar.
Ante un ejército realista invencible hasta el momento. Bolívar llega a Lima el 1ro de septiembre de 1823. Inician las operaciones el 29 de julio de 1824 desde la población de Huaraz. El 6 de agosto de 1824, se libra la batalla de Junín, cerca de la población de Reyes, a más de tres mil metros de altura, combate “silencioso” contra el general realista José de Canterac, encuentro armado con la connotación de haberse realizado con armas blancas: cuchillos, sables, lanzas y bayonetas, no se efectuó ningún disparo; donde las tropas republicanas ejecutaron el famoso “Vuelvan Caras”; Sucre no participó en el combate por venir avanzando con la infantería a ocho kilómetros de distancia del la caballería.
Ambos ejércitos quedaron seriamente disminuidos por la bajas sufridas y el desgate logístico. El Libertador le ordenó a Sucre que reorganice la parte logística del ejército, actividad realizada con prontitud y eficiencia.
Cumplida la misión, Sucre molesto le escribió desde Jauja el 27 de agosto al Libertador por recibir la orden de estar en la retaguardia y realizar la actividad que bien la hubiera ejecutado un oficial subalterno; Bolívar le contestó desde Huamanga el 4 de septiembre diciéndole que le había encomendado esa misión logística por considerarlo el más capaz para cumplirla, lo consideraba el general del soldado; “la gloria de Sucre está en ser grande y ser útil”.
Concluyó Bolívar su misiva:
“Si usted quiere venir a ponerse a la cabeza del ejército yo me iré atrás y usted marchará adelante para que todo el mundo vea que el destino que he dado a usted no lo desprecio para mí”.
Soy de Ud. de todo Corazón. Bolívar.
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Previo al combate de Junín, el Congreso de Colombia revocaba al Libertador el mando de las tropas en el Perú, dejando encargado el 6 de octubre a su hombre confianza, en la continuación de las operaciones como Comandante del Ejército Libertador diciéndole:
“Haga usted lo que mejor le parezca, y esta autorización no incluye ni modificación ni restricción”.
En su avance hacia las posiciones enemigas, le correspondió movilizar su ejército por escarpadas montañas a mas de tres mil metros de altura, teniendo como enemigo al fuerte frío conocido como “soroche”, causante de muchas bajas. Minimizaba el frío dándole a tropa ajo y cebolla.
Sabía que se enfrentaría a un ejército superior en número y en logística, tenía que utilizar los recursos disponibles y su don de mando para mantener en alto la moral de su ejército integrado por bravos soldados de catorce naciones. Se desengancha de una emboscada el 3 de diciembre de 1824, en el sitio conocido como Corpahuayco, permitiéndole avanzar hasta la población de Quinua en el sitio Ayacucho.
Ayacucho en voz quechua significa “rincón de los muertos”, debido a los enfrentamientos que realizaban los indígenas entre si, y luego contra los españoles.
El 9 de diciembre de 1824, antes de enfrentarse al ejército del virrey José de la Serna Hinojosa, el joven general de 29 años, arengando a su ejército les diría al concluir:
“Soldados de los esfuerzos de hoy, pende la suerte de América, otro día de gloria va a coronar vuestra Constancia”.
En un combate que duró tres horas Sucre obtiene el resonante triunfo ante un ejército derrotado más no humillado, ofreciéndole la capitulación más honrosa de todas las habidas en la historia universal.
En el mismo campo sobre una roca de su puño y letra le escribió al Libertador.
”Está concluida la guerra, completada la libertad del Perú, me he tomado la libertad de realizar ascensos y recompensas para los oficiales que se destacaron en la magna batalla…por premio para mi, pido a usted me conserve su amistad”…
No se podía esperar menos nobleza y lealtad de este valeroso paladín emancipador. El 27 de diciembre el Libertador emitió en Lima un Decreto, donde exaltó la grandeza de Sucre y en reconocimiento lo designó Gran Mariscal con el sobrenombre de “General Libertador del Perú”. El 12 de febrero de 1825 el Congreso Constituyente del Perú dictó un Decreto reconociéndolo con el dictado de “Gran Mariscal de Ayacucho”.
El Congreso de Colombia lo ascendió el 14 d febrero de 1825 a “general en jefe”. La Municipalidad de Lima le entrega una espada de oro guarnecida con mil ciento setenta y ocho diamantes. La población de Cochabamba le regaló una Pluma de Oro guarnecida con perlas, la cual regaló a la municipalidad de Cumaná, para que sus paisanos escriban las hojas brillantes que caben a Cumaná en la historia.
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A la única persona a quien Bolívar le escribe una biografía es a este joven; al informárselo en febrero de 1825 expone: “Usted créame general, nadie ama la gloria tanto como yo, jamás un jefe ha tributado mas honor a un subalterno”.
“Ahora mismo se está imprimiendo una relación de la vida de Usted hecha por mí. Cumpliendo con mi conciencia, le doy a Usted cuanto merece; esto lo digo para que vea que soy justo; desapruebo mucho lo que no me parece bien, al mismo tiempo que admiro lo que es sublime”.
En relación a la batalla de Ayacucho y al héroe escribió:
El general Sucre es el Padre de Ayacucho, es el redentor de los hijos del sol, es el que ha roto las cadenas con que envolvió Pizarro el imperio de los incas. La posteridad representará a Sucre con un pie en el Pichincha y el otro en el Potosí, llevando en sus manos la cuna de Manco Capac y contemplando las cadenas del Perú rotas por su espada”.
Sucre continuó su marcha hacia Cuzco para llegar al Alto Perú –hoy Bolivia; en su avance encuentra las ruinas de Tiahuanaco, disponiendo su preservación por ser preincaicas posiblemente de origen egipcio; en La Paz firma el 9 de febrero de 1825 un Decreto, mediante el cual convocó a una Asamblea de Diputados de las cuatro Provincias Alto peruanas a saber La Paz, Potosí, Cochabamba y Chuquisaca, con el fin de que decidan democráticamente su destino; de esta manera, Sucre se adelantaba ciento cincuenta años al “Principio de Autodeterminación de los Pueblos”.
La actividad desplegada por Sucre en el altiplano le permitió ser designado Presidente Provisional del Alto Perú en mayo de 1826, y el 9 de diciembre elegido Presidente Constitucional; en cuyas funciones dictó decretos para mejorar la beneficencia pública, la educación, la salubridad, la hacienda y los servicios públicos, decretó amnistía general, libertad de prensa y de culto, igualmente realiza tratados comerciales con Perú y decreta la entrega de tierras a los indios, organiza la agricultura y saca los cementerios de las iglesias, entre tantas actividades en beneficio del pueblo boliviano, Su desprendimiento era de tal magnitud que dona los veinticinco mil pesos que le había otorgado la Asamblea Nacional a las viudas e hijos de los soldados que lucharon en Ayacucho.
Sin ambiciones de permanecer en el poder y esperando la reunión del Congreso para presentar su renuncia con el deseo de regresar a Quito, sufre el 18 de abril un alevoso atentado, producto de una insurrección de la Primera Compañía de Granaderos a caballo de la guarnición de Chuquisaca propiciada desde Lima, le deja imposibilitado el brazo derecho, recibiendo el remoquete de “el manquito”. Al serle aceptada la renuncia el 2 de agosto de 1828, el Congreso la lee el día 6; mensaje de hondo contenido humano donde se despide de los bolivianos:
“…Me despido de vosotros y de Bolivia, al separarme haré una confesión ingenua, mis sentimientos los he sometido a ella…he observado que en la política no hay amistad ni odio, sino que debe llenar la dicha del pueblo que se gobierna.
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…La constitución me hace inviolable y ninguna responsabilidad me cabe por actos del gobierno, pero pido que se me destituya de esta prerrogativa, y que se examine escrupulosamente toda mi conducta
…si se justificara una sola infracción de la ley, volveré de Colombia a someterme al fallo de las leyes… les pido como premio, no una recompensa material, ni dinero, ni haciendas, ni honores, pido que se examine mi conducta, que se me despoje del atributo constitucional que me hace inviolable”.
Igualmente dijo: “No he hecho gemir a ningún boliviano, ninguna viuda, ningún huérfano solloza por mi causa. He levantado del suplicio, porción de infelices condenados por la ley y he señalado mi gobierno por la clemencia, la tolerancia y la bondad… en el retiro de mi vida, veré mis cicatrices, y nunca me arrepentiré de llevarlas, cuando me recuerden, que para formar a Bolivia, preferí el imperio de las leyes, a ser el tirano o el verdugo que llevara siempre una espada pendiente sobre la cabeza de los ciudadanos”.
El joven cumanés partió de Bolivia el 2 de agosto de 1828 para llegar a Quito el 30 de septiembre, reuniéndose con su esposa Mariana, con quien se había casado por poder el 20 de abril de ese año. Era Mariana una señorita de alta alcurnia, de noble carácter, apoyaba con dádivas a los soldados que le solicitaban apoyo económico, muy respetada por los hombres y admirada por las mujeres quiteñas.
El 28 de octubre de 1828, es designado Jefe del ejército Colombiano para la Campaña contra la insensata invasión peruana al mando del general José La Mar a quien derrota en la batalla de Tarqui el 27 de enero de 1829; campaña de treinta días que concluye con una honrosa capitulación firmada en la población de Girón, exaltando de nuevo la necesidad de la fraternidad americana.
Sin disfrutar del calor hogareño fue designado diputado por Cumaná ante el Congreso Admirable reunido en Bogotá el 20 de enero de 1830, donde es elegido Presidente. Antes de dirigirse a Bogotá siguiendo una costumbre de los viajeros de la época, dictó su Voluntad Testamentaria, y no por precaución ante la posibilidad de morir.
Testamento entregado el 10 de noviembre de 1829, previamente cerrado con tres sellos al general ecuatoriano Vicente Aguirre su oficial de confianza, designado albacea junto al coronel ecuatoriano Pedro Alarcón.
Como Presidente del Congreso Admirable es enviado en comisión diplomática a Venezuela en compañía de monseñor José María Estévez Obispo de Santa Marta, elegido vicepresidente del Congreso y el diputado Francisco Aranda, con la finalidad de lograr salvar la unidad grancolombiana, sueño del Libertador. La comisión apenas pudo llegar hasta La Grita y Táriba, teniendo que devolverse por no encontrar receptividad y verse amenazados por parte de las autoridades venezolanas; sería la última vez en tocar territorio venezolano.
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Al regresar a Bogotá para despedirse del Libertador, supo que había salido el 8 de mayo con destino a Cartagena, Sucre le escribió una emotiva misiva de despedida:
“Mi general he ido a casa de usted para acompañarlo, ya se había marchado. Acaso esto es un bien, pues me ha evitado el dolor de la más penosa despedida. Ahora mismo comprimido mí corazón no sé qué decir a Usted…
Adiós mi general, reciba Usted por gaje de mi amistad, las lágrimas que en este momento me hace verter la ausencia de usted. Sea feliz en todas partes y en todas partes cuente con los servicios y con la amistad de su más fiel y apasionado amigo”.
Bolívar le contesta desde Turbaco:
“La apreciable carta de Ud. sin fecha en que se despide de mí, me ha llenado de ternura, y si a Ud. le costaba escribirla ¿Qué diré yo¿ qué no tan solo me separo de mi amigo sino de mi patria ...Yo me olvidaré de Ud. cuando los amantes de la gloria se olviden de Pichincha y Ayacucho.
Sucre deseaba regresar a Quito para estar el 13 de junio presente en la festividad de su patrono San Antonio de Padua; le recomendaron la ruta puerto de Buenaventura- puerto de Guayaquil- Quito, la cual desecha por la duración, prefiriendo la ruta Bogotá-Neiva-Popayán-Pasto-Quito; era la crónica de una muerte anunciada, por cuanto al ser la continuación de la obra del Libertador era el objetivo a aniquilar por parte de los mismos enemigos de Bolívar.
En el diario El Demócrata de Bogotá apareció el 1ro de junio un aviso:
“Ojalá se pueda hacer con Sucre, lo que no se pudo con Bolívar”, se refería al atentado donde salió ileso el Libertador el 25 de septiembre de 1828.
Quería regresar al Quito de sus amores, abandonar la política, estar en el calor del hogar y descansar de tantas amarguras.
En las paradas que realizaba la caravana de siete personas, que incluía al diputado de Cuenca el Dr. José Andrés García Trellez, eran alertados sobre un inminente atentado, entre ellos monseñor Rafael Mosquera obispo de Popayán en cuya residencia pernoctaron el 29 de mayo. El fatídico 4 de junio, la caravana integrada por siete personas se adentran en la selva de Berruecos y en la Jacoba en el sitio conocido como El Cabuyal, los tres asesinos camuflados en la espesura le llaman… general Sucre, al voltear, recibe un balazo en la cabeza, otro en el cuello y el tercero en el pecho, apenas pudo exclamar ¡ay balazo! Sus acompañantes huyeron despavoridos hacia La Pascana de la Venta. El inmaculado mariscal quedó tendido en el suelo veinticuatro horas, muerto en la niebla oyendo crecer la soledad, acompañado de su fiel mayordomo Lorenzo Caicedo quien piadosamente le colocó una improvisada cruz en el sitio de La Capilla.
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A los seis días llegó Caicedo a Quito con la infausta noticia a la viuda Doña Mariana Carcelén y Larrea, entregándole las botas y el sombrero del ilustre paladín. Doña mariana ordena que traigan el cadáver con el toda la discreción y secreto posible.
El 2 de julio en La Popa- Cartagena, Bolívar recibe en horas de la noche la ingrata noticia exclamando:
“Santo Dios se ha derramado la sangre del Abel de América”. El Libertador lo estimaba en grado sumo que lo consideraba “Mi otro yo”; era la continuación de su obra y más capacitado para sustituirlo. Es importante acotar que en la voluntad testamentaria del Libertador realizada el 10 de diciembre de 1830 en la Quinta San Pedro Alejandrino en Santa Marta, expresa en el aparte 11, cito:
“Mando a mis albaceas que la espada que me regaló el Gran Mariscal de Ayacucho, se devuelva a su viuda para que la conserve, como una prueba del amor que siempre he profesado al expresado Gran Mariscal”, fin de la cita.
En el vil asesinato estuvo involucrado el coronel trujillano Apolinar Morillo quien pagó cuarenta pesos a los sicarios, cuyo autor intelectual fue el general neogranadino José María Obando. El escritor mexicano Carlos Pereira afirmaba que: “Sucre, era un copo de nieve sobre un charco de sangre”.
Los restos de Sucre permanecieron hasta 1841 en el oratorio de la hacienda El Dean, propiedad de Doña Mariana, cuando fueron trasladados sigilosamente hasta el Convento de Carmen El Bajo, enterrado al pie del altar de la capilla al lado de los restos de Teresita, su pequeña hija muerta a los dos años; se hizo saber que estaba enterrado en la iglesia San Francisco. Setenta años después, fueron localizados gracias a la información proporcionada por la señora Rosario Rivadeneira muy allegada a Doña Mariana.
Por disposición del Presidente del Ecuador Eloy Alfaro, se colocaron sus venerados restos en la Catedral de Quito el 4 de junio de 1900, cuya oración fúnebre a cargo de monseñor Federico González Suárez, obispo de Ibarra quien diría:
…”Si Sucre hubiera podido hablar en Berruecos, no temo asegurar que sus últimas palabras hubieran sido para perdonar a sus asesinos”.
En carta de Sucre al general tocuyano José de la Trinidad Morán el 12 de diciembre de 1825 manifestaba: “Yo deseo al morir que mis huesos sean enterrados en Quito o lanzados al volcán Pichincha”. La placa colocada en la tumba granítica en la Catedral de Quito reza: “En este mausoleo, descansan bajo la insignia de la cruz, esperando la futura resurrección, los restos del ínclito general Antonio José de Sucre”.
Venezuela no ha renunciado en la tarea de repatriar los restos del Gran Mariscal de Ayacucho, y colocarlos en el Panteón Nacional al lado de la tumba del Libertador, donde un cenotafio espera por ellos.
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En agosto de 1894 es enviado a Quito el sacerdote Antonio José Sucre y Alcalá para coordinar la búsqueda de los restos de su tío. Diligencia con resultados negativos.
Cuando el presbítero se dirigía al puerto de Guayaquil para regresar a Venezuela, falleció el 17 de julio de 1895 a causa de la fiebre amarilla, es decir que buscando los restos de su tío dejó los suyos en Babahoyo. Doña Mariana Carcelén le escribió al Gral. Obando una carta donde le dice:
“Estos fúnebres vestidos, este pecho rasgado, el pálido rostro y el desgreñado cabello, están indicando tristemente los sentimientos dolorosos que abruman mi alma. Ayer esposa de un héroe, hoy objeto lastimero de conmiseración, nunca existió un mortal mas desdichado que yo; la que te habla es la viuda desafortunada del Gran Mariscal de Ayacucho…Yo te lo juro, e invoco por testigo al alto cielo, un corazón más puro y recio que el de Sucre no palpitó en pecho alguno…
Cédeme pues los despojos mortales, las tristes reliquias del héroe, del padre y del esposo, y toma en retorno las trémulas imprecaciones de su Patria, de su huérfana y de su viuda”.
Nunca habrá palabras suficientes para el análisis total y satisfactorio de la vida y obra del ilustre cumanés, porque siempre descubrimos en él nuevas facetas, modos y anhelos que llenó a perfección. Es como aquellas leyendas de la Grecia magna que se repiten en miles de versiones todos los días; Sucre es el hombre lección permanente, con una hoja militar de las más brillantes y espectaculares del continente de todas los tiempos.
Sus méritos y actuaciones le permitieron recibir catorce condecoraciones y tres espadas de oro. Formado en la escuela de la guerra, tuvo una academia militar itinerante, es decir aprendizaje sobre la marcha. Jamás desenvainó su espada para mancharla con sangre inocente; no aplicaba el bien y la justicia por capricho, sino porque le era imposible actuar de otra manera; era quien se excedía…pero en generosidad.
El distinguido escritor colombiano Mauricio Vargas Linares bien lo conceptúa: “El Mariscal que vivió de prisa”.
Los hijos del general Antonio José de Sucre Hijos.
De la unión matrimonial con Mariana Carcelén y Larrea, nació Teresita el 10 de julio de 1829.
En Guayaquil con Tomasa Bravo tuvo a Simona el 16 de abril de 1822, de ella se perdió su destino a partir de los seis años de nacida.
En Chuquisaca con María Rojas tuvo a Pedro César en 1825, futuro teniente coronel del ejército boliviano, con descendencia
En La Paz con Rosalía Cortes tuvo a José María el 13 de enero de 1826, con descendencia
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Corta pero fructífera fue la vida de este joven prócer cumanés, como suele ser el destino de los grandes hombres que hacen sentir los valores de la verdad, la libertad y la justicia. Hubo de rendir su existencia a los treinta y cinco años, edad en que muchos hombres comienzan a proyectarse en la vida.
Podemos afirmar que vivió apenas un día, por cuanto nació un 3 de febrero y murió un 4 de junio. De una personalidad polifacética moldeada en la fragua del sufrimiento. Creció con los golpes duros de la vida, pero también creció con los toques de su alma benigna.
Oímos de su palabra: “Mi vida militar está formada de principios y éstos por mi educación, no ha sido necesaria la revolución para sacarme del lodo, ni mi carrera está formada por intrigas, ni por circunstancias, sino por servicios prestados y por una conducta, que con la cabeza erguida, sostengo que es intachable”.
Bolívar lo define: “Es la cabeza más organizada de Colombia, es metódico y capaz, de las más altas concepciones; es el mejor general de la República y su primer hombre de estado”; “Sus campañas necesitan un César para narrarlas.
Es bueno que así sea, y que tengamos una fuente pródiga de verdades a nuestra mano para las duras tareas de hoy y de siempre. Bolívar y Sucre sucumbieron ante la perfidia humana; Sucre acechado por la envidia y el súbito lance en Berruecos, y nuestro Libertador, sufrió la traición y agonía por muchos años; pero ambos también conocieron la inmortalidad en el calor eterno de los `pueblos.
La Doctrina Sucre producto de su ejemplar trayectoria como estratega determina que: “El triunfo no crea privilegios”
“La justicia es la misma antes y después del combate”.
Sucre y la educación. Era para él un compromiso vital, porque a través de ella se logra la felicidad de los pueblos, se esmeraba en fundar escuelas; afirmaba que:
“La buena educación es un caudal mucho mayor que los bienes de fortuna”
“Educar es el más alto deber de las autoridades delante de Dios y de los hombres”•
“La educación es el origen de los buenos ciudadanos y magistrados”.
En la población ecuatoriana de Cuenca consiguió siete escuelas y dejó veinte; el 19 de octubre de 1822 crea en Quito una Junta, destinada a encargarse de los asuntos de la instrucción pública, raíz del actual ministerio de educación.
Instituyó el inglés, la astronomía; propició la creación de la universidad de La Paz, funda la Academia Militar y un Instituto de Ciencias Exactas en la Paz; igualmente el colegio de minas en el Potosí.
El 25 de mayo de 1826 en su mensaje al Congreso de Bolivia dijo:
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“Persuadido que un pueblo no puede ser libre, si la sociedad que lo compone no conoce sus deberes y sus derechos, he consagrado un cuidado especial a la educación pública”.
En su honor el inicio del período escolar en Bolivia se inicia el 3 de febrero su fecha natal.
Sucre logístico. En esta difícil área que implica el arte práctico de calcular, equipar, mantener y mover los ejércitos, el establecimiento de las tropas sin atrincherar, y todas las actividades que hagan posibles y exitosas la ejecución y sostenimiento de las operaciones militares se destaca el paladín cumanés.
Clara evidencia de su trabajo lo internalizamos cuando después de la batalla de Junín, en la retaguardia se ocupó de rehacer un maltrecho ejército de dos mil hombres y tenerlos disponibles para salir victoriosos en Ayacucho “Cumbre de la gloria americana”.
A tal fin, construyó un hospital de campaña, reparó el armamento individual; utilizaba el tiempo libre para enseñar a los soldados a elaborar lanzas y herraduras; decía que el mejor hierro era el de Vizcaya, diseñó mantas para los soldados y para los caballos; puso en práctica una embarcación artillada. Elaboró un tipo de galleta como ración de combate de 30 gramos cada una con cantidad suficiente para soportar más de siete días de marcha.
En los avances por la fría cordillera andina utilizaba cornetas para guiar a los soldados en la neblina de las escarpadas, la cual atravesó en tres ocasiones. Preveía cuevas como depósitos avanzados para alimentos durante las largas y fuertes marchas de aproximación; utilizaba bejucos como pasarelas y para construir balsas. Para darle ejemplo a sus subalternos dormía en el suelo y lo hacía apenas durante cuatro horas, siempre pendiente de las inmediatas operaciones.
En sus pocos tiempos libres jugaba ajedrez.
Sucre Ingeniero militar. En Caracas estudia en 1808 en la recién creada Escuela de Ingeniería a cargo del coronel español Tomás Mires, donde adquiere conocimientos de: Algebra, agrimensura, topografía, dibujo lineal, fortificaciones, construcciones civiles y táctica militar; es considerado el “Precursor de la Ingeniería Militar en Venezuela”.
Encontrándose en Cartagena de Indias “La heroica”, construye emplazamientos para artillería, fortificaciones y sus famosos pontones. Luego de obtener información de los reconocimientos efectuados por personal de inteligencia conocidos como “montoneros”, Sucre elaboraba las cartas topográficas de las áreas de operaciones.
En los desplazamientos nocturnos se orientaba por las estrellas. Demarcó la carretera desde el Puerto Cobija a Potosí y hacia varias ciudades, ordenó la construcción de varios caminos, creó un servicio postal con los países vecinos. Dictó decretos para la conservación y buen uso del agua. Fundó escuelas de Minas, Preocupado por la preservación del ambiente, ordena la siembra de un millón de árboles en el Alto Perú.
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Rectificó los planos de la Catedral de La Paz y realizó ajustes al diseño interior de la Catedral de Chuquisaca hoy ciudad Sucre- capital de Bolivia. Realizó mantenimiento a los hospitales existente
Construyó en su hacienda en Quito una toma de agua sin perjudicar a los vecinos.
El Mariscal Sucre y los Niños de la Calle. Una faceta poco conocida del “Abel de América” fue la de su benignidad en la atención de los huérfanos de los soldados muertos en la lucha independentista; a tal fin le escribió a Su santidad el Papa León XII, explicándole su preocupación, la respuesta fue positiva, acompañada de la bendición apostólica.
El Convento de San Agustín fue destinado para los niños y el de Santo Domingo para las niñas, se asignaron cinco mil pesos a cada uno para su funcionamiento.
El responsable de la educación era el Director de Enseñanza Pública; quien debía supervisar la buena alimentación, uniformes y atención médica. Los jóvenes al egresar como bachilleres, obtenían un arte u oficio y apoyo financiero para desempeñarse como ciudadanos útiles a la nación.
Sucre periodista. En Ecuador fundó “El Monitor de Quito” en diciembre de 1822 y en Chuquisaca “El Cóndor de Chuquisaca” en 1826.
CONCLUSIÓN.
Dignos integrantes de la Junta Directiva y distinguidos integrantes de esta Docta Institución pedagógica, agradecido por su gentil atención, les dejo a su digna consideración este trabajo investigativo, con el mejor deseo, entusiasmo y disposición, de participar en todas las actividades dispuestas, de manera de internalizar las palabras del filósofo y político inglés Francis Bacon:
“Buscar la verdad es derecho y credo de todo hombre libre”.
Cuando inicié mis palabras, me referí a nuestros cinco grandes embajadores: Miranda, Bolívar, Andrés Bello, Simón Rodríguez y Sucre; todos ellos murieron fuera del país en difíciles condiciones.
Concluyo con unas del “Poeta del pueblo venezolano”, Andrés Eloy Blanco, refiriéndose al término de la vida terrenal de estos grandes cinco paisanos:
“Yo no sé qué pasa en Venezuela en el centro, en el medio, en la placenta, que el hijo bueno muera afuera y el malo adentro”.
Distinguidos integrantes del digno Instituto Venezolano de Genealogía, reciban mi agradecimiento y mejores deseos por que se continúe por el amplio camino de los objetivos establecidos.
Señores Eumenes Fuguet Borregales
, el prócer más puro de la independencia americana y el caballero de la historia”.
Alto honor, compromiso y satisfacción, estar en este augusto lugar, donde sus honorables integrantes, cumplen a cabalidad con los postulados de promover y conservar estudios e investigaciones genealógicas con carácter científico de fructífera labor pedagógica.
Acudimos a una cita con la historia y con nuestro memorable e incomparable pasado, porque la historia es madre y maestra, ella está en constante movimiento, no es otra cosa que la vida misma, que nos permite desentrañar los orígenes de las brumas del tiempo, nos despierta una inusitada preocupación por llegar al fondo de los acontecimientos cimeros que dieron nacimiento a la formación de los pueblos.
La mejor vía para interesar a nuestros paisanos, es hacerles ver, que el pasado tiene consecuencias en el presente, y de esto depende el futuro; de allí el viejo axioma de que: “Un pueblo que no conozca su pasado, está irremediablemente condenado a repetirlo”. La mayoría de los venezolanos que hicieron la independencia, no eran fundamentalmente diferentes de sus padres y de sus abuelos; eso sí, tuvo una gran oportunidad, que quizás los otros no tuvieron, y supieron mostrarse a la altura de las circunstancias. Sería un error de muy graves consecuencias permitir, que una deformada concepción de la historia, le haga creer a nuestras gentes, que la gloria de hacer un país, se alcanza tan solo por las armas, o por la acción violenta.
Hay ciertamente épocas en que hay que recurrir a ellas, pero es precisamente para defender y asegurar lo que se creó. La tarea en estos convulsionados tiempos, es la de rescatar la cultura y la herencia histórica. Posiblemente hoy despertamos a los muertos, pero también es importante desvelar a los vivos, para que puedan internalizar el significado del pasado y puedan cumplir el importante rol que por tarea implícita o deducida deban ejecutar.
En el devenir histórico, aún se encuentran muchas páginas en blanco por llenar; quien la escriba, reconocerá de dónde venimos y hacia dónde vamos.
Las enseñanzas conservan su autoridad, porque no envejecen ni prescriben, es la lección perenne de los hombres que procuran cumplir su misión en el tiempo, ellos son maestros hasta en la posteridad. No volvamos la mirada al pasado para extasiarnos en su grandeza y significado, sino que nos sirva para reflexionar y rememorar las jornadas y los protagonistas que nos enaltecen.
Permítanme ahora iniciar la tarea encomendada, que nos ocupa en esta cita con nuestra historia.
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INICIO.
Venezuela dio para sí y para el mundo cinco grandes embajadores a saber:
Generalísimo Francisco de Miranda, el más universal de los venezolanos.
Libertador Simón Bolívar, Padre de seis naciones.
Don Andrés Bello, Padre de la Gramática Americana.
Don Simón Rodríguez, precursor de las Escuelas Técnicas en América; nacidos en Caracas.
Gral. en jefe Antonio José de Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho, representante de la juventud y de la provincia venezolana, nacido en Cumaná, de quien nos referiremos en esta oportunidad. Corta pero fructífera fue la vida de Sucre, como suele ser el destino de los grandes hombres que hacen sentir los valores de la verdad, la moral y la libertad.
Cual balanza de la justicia su destino estuvo signado por la desgracia y la gloria; pasó diez años en Venezuela en el tiempo de aprendizaje, aplicando la táctica como subalterno desde 1810 hasta 1820, y fuera de Venezuela como jefe y estratega desde 1820 a 1830.
INFORMACIÓN GENEALÓGICA RELACIONADA CON EL GRAN MARISCAL DE AYACUCHO.
En la ascendencia del ilustre paladín cumanés, encontramos que:
Su BISABUELO, CARLOS FRANCISCO DE SUCRE Y PARDO, nacido en Flandes, como oficial del ejército español, prestó servicios en Europa, Cartagena de Indias, Santiago de Cuba y en la provincia venezolana de Andalucía. Contrajo matrimonio primero con Margarita de Flores y Trelles, luego con Margarita Mier de Figueroa.
Del primer matrimonio nacieron: Feliciana Antonia, nacida en Cádiz.
María Isabel, nacida en Cartagena de Indias
Carlos
Vicente
ANTONIO, nació en Santiago de Cuba el 22-IX-1723, casado con Josefa
Margarita García de Urbaneja, del general Sucre
Coronel de importante figuración, ABUELO del general Sucre.
Antonio de Sucre Pardo y Trelles, en su segundo matrimonio con Josefa Margarita García de Urbaneja y Sánchez, procrearon diez hijos:
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Luis Beltrán
María Teresa
Antonia
Antonio
María Magdalena.
Luisa Margarita
Vicente Sucre García de Urbaneja, casado con María Manuela de
Alcalá y Sánchez, PADRES del general Sucre
Francisco.
José Manuel
María del Rosario.
Vicente Sucre y Urbaneja y Manuela de Alcalá y Sánchez, procrearon nueve hijos:
José María
María Agua Santa
Josefa
Magdalena
José Jerónimo
Vicente
Pedro
ANTONIO JOSE DE SUCRE GARCIA DE ALCALÁ.
Francisco.
Vicente Sucre y García de Urbaneja contrajo segundas nupcias en Cumana con Narcisa Márquez de Valenzuela y Alcalá, con quien procreó nueve hijos:
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Carlos
Vicente
Ana María
Margarita.
José Manuel
Juan Manuel.
María Manuela
María Magdalena.
María del Rosario
Ampliando información de los hermanos del ilustre Hijo de Cumana, estudiamos que:
Francisco con el grado de capitán fue fusilado en Cariaco en 1817,
Magdalena de catorce años muere en su lecho de enferma en Cumaná por las hordas de Boves en 1814, María Josefa y Agua Santa con sus hijos, perecen en 1821 cuando zozobró la embarcación que las traía de regreso a Venezuela de Cuba.
Pedro con el grado de capitán fue fusilado por Boves en La Victoria después del combate de La Puerta en junio de 1814.
Vicente muere alanceado en su lecho de enfermo en Cumaná en 1814; el coronel José Jerónimo muere de cólera en Margarita en 1855 y el coronel José María muere de causa natural en Cumaná en 1855.
Viudo Don Vicente casa con Doña Narcisa Marques, prima de Manuela, quien se inmola en 1814 para no caer en manos de las hordas de Boves.
Antonio José de Sucre, vio la primera luz en la primogénita Cumaná, el 3 de febrero de 1795.
Huérfano de madre a los siete años, el niño “Antoñito”, como se le conocía, es llevado hacia Caracas de la mano de su tío y padrino el sacerdote Antonio Patricio Alcalá, Arcediano de la Catedral.
En 1808 había iniciado estudios de matemáticas e ingeniería en la recién creada academia del coronel español Tomás Mires.
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Al presentarse los acontecimientos del memorable 19 de abril de 1810, es enviado a Cumaná donde ingresó en calidad de cadete en la Compañía de Nobles Húsares de Fernando VII, unidad de honores dirigida por Don Vicente.
El joven Sucre egresa el 12 de julio de 1810 a los quince años como subteniente de las Milicias Regladas de Infantería, ese año inicia su proyección a la historia como soldado y esclavo del deber y del honor. En octubre de ese año la Junta Suprema de Caracas lo designa Oficial de ingenieros y enviado a Margarita a participar en obras de mantenimiento de los fuertes allá existentes.
El 31 de julio de 1811 recibe el despacho de teniente de ingeniería; su capacidad e iniciativa son tomadas en cuenta para enviarlo como oficial de artillería a Barcelona; al poco tiempo es designado para integrar el estado mayor personal del generalísimo Francisco de Miranda durante las operaciones sobre Valencia en julio y agosto de 1811. En esa oportunidad estará también al lado del futuro Libertador, recibiendo ambos su bautismo de fuego el 22 de julio cerca de Mariara.
Al perderse la República con la capitulación de Miranda el 25 de julio de 1812, Domingo Monteverde viola los acuerdos capitulares, propiciando la huida de Sucre hacia Cumaná. Bolívar con mejor suerte pudo dirigirse a Curazao y luego llegará a Cartagena donde expondrá el famoso “Manifiesto de Cartagena” el 15 de diciembre de 1812. Iniciada la invasión desde el islote de Chacachacare al mando del coronel Santiago Mariño el 13 de enero de 1813, Sucre se incorporó al ejército oriental recibiendo por parte de Mariño el ascenso a capitán y luego a teniente coronel, formando parte del Estado Mayor de la División de la Región Oriental.
Según opinión de sus jefes y subalternos, este paladín se destaca por su espíritu de trabajo, el celo en la ejecución de sus tareas, la discreción y sobre todo el interés que le pone a cada orden y a cada movimiento. Las fuerzas de oriente y occidente se reúnen en La Victoria el 5 de abril de 1814, Mariño acepta la jefatura del Libertador y se trasladan a Valencia, y triunfarán en la Primera batalla de Carabobo el 28 de mayo de 1814, ejecutada en la misma “Sabana inmortal”.
La caída de Venezuela en 1814, permitirá una de las demostraciones más contundentes de la grandeza militar de Sucre como inmediato del impetuoso José Francisco Bermúdez; será Cartagena de Indias y las acciones desesperadas y heroicas de su defensa, las que se anidaban en el alma del joven teniente coronel. Como oficial de ingeniería fue encargado de obras de fortificación y emplazamiento de las piezas de artillería en la fortaleza de La Popa; famoso son los pontones para el muelle que colocó este hijo de Cumaná.
La fuerza española superior en número y en logística, hace inútiles los esfuerzos, y Cartagena la heroica, será un símbolo eterno de la grandeza humana ante un avasallante enemigo; y Sucre paradigma de heroicidad contra las fuerzas realistas. Tras ciento dieciséis días de férreo asedio, el 5 de diciembre de 1815 los republicanos y con ellos Sucre, pudieron desengancharse del enemigo para trasladarse en la goleta “Constitución”, propiedad del prócer francés Renato Beluche hacia Jamaica y Haití.
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La pericia y abnegación de los marinos, pudo salvarle la vida a un buen número de oficiales que pudieron escapar. Sucre sin participar en la Expedición de los Cayos de San Luís, de Haití pasó a Trinidad para continuar a Cumana. Pronto se incorporó al ejército de Mariño y Bermúdez, logrando por méritos el ascenso a coronel el 1ro de diciembre de 1816, grado que sería ratificado por Bolívar el 6 de agosto de 18. En la región oriental se había reunido una Junta de Oficiales el 8 de mayo de 1817, actividad conocida como el “Congresillo de Cariaco”, donde se desconocía la autoridad de Bolívar.
Sucre y Urdaneta se encontraban en Cumanacoa, y al recibir la decisión del Congresillo, negándole su apoyo, en muestra de lealtad decidieron trasladarse a Guayana en busca del Libertador; Sucre es designado comandante del Cuerpo de Infantería del bajo Orinoco y jefe de Guayana La Vieja; a partir de este momento de la historia, Bolívar y Sucre mantendrán una amistad imperecedera.
El 4 de octubre de 1817 es designado Bermúdez comandante de la provincia de Cumaná, y Sucre como jefe del estado mayor, quien ante este importante nombramiento solicitó al Libertador el Manual de los Estado Mayores del francés Manuel Thiebault; Sucre diría: ”Sin dicho libro, podré cometer faltas que no estarán a mi alcance”. El citado manual de consulta es el mismo autorizado por Bolívar en su decreto del 24 de septiembre de 1817, por el cual creó los estados mayores divisionarios del ejército.
El vicepresidente de la República de Colombia-La Grande, Francisco Antonio Zea, tomando en cuenta los indiscutibles méritos del joven oficial, lo ascendió en agosto de 1819 a general de brigada, grado ratificado por Bolívar el 16 de enero de 1820 en San Juan de Payara, lugar de los llanos apureños, donde le asigna una delicada misión en el aspecto logístico, llevará sesenta mil pesos en oro y plata que tenía que recoger en Angostura para adquirir en Saint Thomas a través del señor Vincent Benedetti: cuatro mil fusiles con su respectiva bayoneta, trescientos sables, mucho papel, pólvora y plomo.
Cumplida exitosamente la actividad y entregada parte del material en Angostura el 15 de abril de 1820 y en Apure al general Urdaneta, al presentársele al Libertador en Cúcuta para rendirle cuenta de su cometido.
Al verle llegar montado en una mula, Daniel Florencio O´Leary, edecán del Libertador, que no lo conocía expresa: ¿Mi general, quien ese mal jinete que se aproxima ¿ Bolívar le contestó: “Es Sucre, uno de los mejores oficiales del ejército, reúne los conocimientos profesionales de Soublette, el bondadoso carácter de Briceño Méndez, el talento de Santander y la actividad de Salóm; por extraño que parezca, no se le conocen, ni se sospechan de sus aptitudes; estoy resuelto a sacarle a la luz, persuadido que algún me rivalizará”. Esta es una profética opinión relacionada con las futuras ejecutorias de este joven futuro mariscal.
El 27 de septiembre de 1820 desde el cuartel general de San Cristóbal; mediante decreto del Libertador designa a Sucre con apenas veinticinco años, encargado de la Secretaría de Marina y Guerra. La capacidad de Sucre le permitió ser nombrado el 16 de noviembre de 1820 Jefe del Estado Mayor del Ejército en reemplazo del general Carlos Soublette ascendido a vicepresidente interino.
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El alzamiento producido en España el 1ro de enero de 1820 en Cádiz por los coroneles Rafael Riego y Antonio Quiroga contra el rey Fernando VII por violar la Constitución de Sevilla promulgada el 19 de marzo de 1812, impidió el envío de diez mil soldados en refuerzo de las menguadas tropas de Morillo, quien fue autorizado en abril de 1820 para lograr un entendimiento provisional con Bolívar, recibiendo como respuesta el 21 de junio que de celebrarse un acuerdo con España, se firmaría en base a la Ley Fundamental de Colombia, con “Venezuela como provincia independiente y parte de la Gran Colombia”. Sucre fue designado para presidir las negociaciones acompañado del coronel Pedro Briceño Méndez y del teniente coronel José Gabriel Pérez.
Representando al Estado Español, estuvieron el general Ramón Correa, Juan Rodríguez del Toro y Francisco González Linares. Las conversaciones se iniciaron el 22 de noviembre, culminando el 26 con los Tratados de Armisticio y Regularización de la guerra, que serían ratificados y firmados por Bolívar y Morillo, sellados mediante un abrazo en Santa Ana de Trujillo.
Exaltando la actuación de Sucre el Libertador escribiría:
“Este Tratado elaborado por Sucre, es digno del alma de aquel negociador, la clemencia, el genio de la beneficencia lo dictaron, él será tan eterno como el más grande monumento de la piedad aplicado a la guerra, él será eterno como el nombre del vencedor de Ayacucho”.
Esta actividad negociadora y humanística, permitió que en el Congreso de Historia realizado en Bucarest en 1980, a propuesta del doctor e historiador ecuatoriano Jorge Salvador Lara, Sucre haya sido designado: “Precursor del derecho Humanitario Internacional”, adelantándose 43 años a la creación del Comité Internacional de la Cruz Roja y 44 años de los Tratados de Ginebra.
La diligencia de Sucre en Trujillo, permitió humanizar la beligerancia mediante, el canje de prisioneros, no llevar los conflictos a las poblaciones, honores a los fallecidos, atención a los heridos los cuales no deben considerarse como prisioneros de guerra; delicada misión que revelan a un Sucre regio, diplomático, eficiente, humanista, sin idea de venganza ante la muerte de sus familiares e idóneo para tareas mucho más delicadas.
Ese fue el tiempo del aprendizaje; cada hecho tenía como norte el uso adecuado de los pocos elementos disponibles, de una singular forma de actuar que determinaron éxitos apreciables, y que colocaron al máximo jefe ante un admirable oficial, que por más limitados que fueran sus recursos, iba logrando juicio, criterio, acción y talento, puestos al servicio de una causa muy grande, y cuyo logro era en aquellos duros años de limitaciones, de presiones y sacrificios.
El 21 de enero de 1821 Sucre en Bogotá, es designado por el Libertador Comandante del Ejército del Sur, como representante plenipotenciario ante la Junta Patriótica del departamento de Guayas, reemplazando al general del general Manuel Valdés.
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Buena escogencia, porque después de los Tratados que logró humanizar la guerra y la andanza de Sucre por los vericuetos políticos, le correspondería iniciar la marcha al Sur, tan llena de problemas como de gloria, oportunidad para tomar decisiones bajo su única y exclusiva responsabilidad.
El joven cumanés iría acompañado como buen ingeniero de su escuadra, compás, lápiz, juventud y voluntad de vencer; ningún oficial había recibido tanta confianza y puestas las esperanzas en la redención de los pueblos. Al pasar por Cuenca, funda en marzo de 1821 la Corte de Justicia de esa importante población ecuatoriana.
El 15 de mayo de 1821, firma el Tratado de Guayaquil, con los miembros de la Junta, quedando la provincia bajo la protección de Colombia La Grande, y el Libertador con plenos poderes para su defensa e independencia. Una vez reforzado el ejército, y resuelto el problema político se movilizó hacia Yaguachi, donde triunfa el 12 de agosto ante el coronel Francisco González, luego derrotado por el general Melchor Aymerich el 12 de septiembre en Huachi, al tener en contra una ventisca de arena que facilitó el empleo de la caballería enemiga.
Sucre pudo dirigirse de nuevo a Guayaquil para recibir refuerzos enviados por San Martín y sin perder tiempo prepara una ofensiva sobre las posiciones realistas en Quito. La noche del 23 de mayo de 1822, avanzó sigilosamente con sus batallones, sorteando precipicios y desfiladeros, bajo lluvia y baja temperatura; muchos de los soldados para mitigar el frío se flagelaban; nuestro “poeta del pueblo” Andrés Eloy Blanco al referirse a nuestros paisanos diría: “Que en una mañana fría un llanero le preguntaba a otro, ¿tienes frío¿ recibiendo como respuesta… para que frío, si no tengo cobija.
La Sorpresa, uno de los nueve Principios de la Guerra, empleada por Sucre al cambiar su dispositivo de la noche a la mañana, le permitió coronar con éxito la cima del volcán Pichincha a 3.200 metros de altura, frente a la señorial ciudad de Quito, cuyos habitantes presenciaron cual pantalla gigante, la acción iniciada a las 8 de la mañana del 24 de mayo contra el general Melchor Aymerich
En el Fuerte Panecillo cercano a Quito, el héroe cumanés ofreció a Aymerich una honrosa capitulación digna del alma de este “caballero de la Historia”, expresión sublime de su generosidad. Bolívar había triunfado en Bomboná el 7 de abril ante el coronel Basilio García, y al enterarse del triunfo de Sucre, apuró la marcha para entrar a Quito el 16 de junio, ascendiendo el 18 de junio al joven Sucre a general de división y designarlo Intendente de la ciudad.
El libertador escribiría al referirse al resonado triunfo en Pichincha “Cima de la libertad”: “Esa batalla consumó la obra del celo de Sucre, de su sagacidad, de su valor…aquellos pueblos veían en el su Libertador, su amigo, se mostraron más satisfechos del jefe que les era destinado, que de la libertad misma que recibían de sus manos”.
Así demostraba Sucre la confianza en él depositada, iba cerro arriba, historia adentro buscando la victoria y triunfaría para hacer libre a Quito, para definir espléndida a la nación ecuatoriana y para justificar a la luz de los estudios políticos, el afán americano de la revolución de independencia.
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Sucre era capaz de luchar en cualquier tipo de terreno, sin escogerlo y sin exponer sus tropas a las derrotas; aplicando fielmente la estrategia y los principios de la guerra, sus planes de operaciones eran simples, sencillos y eficientes.
Como Intendente de Quito se esmeró en gobernar a todos y para el bien de todos, especial interés por la educación y por el bienestar de sus pobladores; supervisó el pago de impuestos y su debido uso; ordena que sea el mérito quien determine los ascensos de los empleados públicos; allá conoce a Mariana Carcelén y Larrea Marquesa de Solanda y marquesa de Vilarrocha, joven de diecisiete años quien sería su futura esposa luego de seis años de ausencia. Emitió una “Ordenanza para el Aseo Urbano” el 19 de agosto de 1822, el más antiguo que se conoce en América.
El 31 de marzo de 1823 Sucre se movilizó al puerto de Guayaquil para recibir instrucciones del Libertador, relacionadas con la continuación de las operaciones militares hacia el Perú atendiendo siete solicitudes para su liberación; Bolívar al no poder trasladarse envía a Sucre como plenipotenciario. El 13 de abril se embarcó con destino al puerto peruano de El Callao, para continuar a Lima a fin de resolver problemas de carácter político y militar.
Ante un ejército realista invencible hasta el momento. Bolívar llega a Lima el 1ro de septiembre de 1823. Inician las operaciones el 29 de julio de 1824 desde la población de Huaraz. El 6 de agosto de 1824, se libra la batalla de Junín, cerca de la población de Reyes, a más de tres mil metros de altura, combate “silencioso” contra el general realista José de Canterac, encuentro armado con la connotación de haberse realizado con armas blancas: cuchillos, sables, lanzas y bayonetas, no se efectuó ningún disparo; donde las tropas republicanas ejecutaron el famoso “Vuelvan Caras”; Sucre no participó en el combate por venir avanzando con la infantería a ocho kilómetros de distancia del la caballería.
Ambos ejércitos quedaron seriamente disminuidos por la bajas sufridas y el desgate logístico. El Libertador le ordenó a Sucre que reorganice la parte logística del ejército, actividad realizada con prontitud y eficiencia.
Cumplida la misión, Sucre molesto le escribió desde Jauja el 27 de agosto al Libertador por recibir la orden de estar en la retaguardia y realizar la actividad que bien la hubiera ejecutado un oficial subalterno; Bolívar le contestó desde Huamanga el 4 de septiembre diciéndole que le había encomendado esa misión logística por considerarlo el más capaz para cumplirla, lo consideraba el general del soldado; “la gloria de Sucre está en ser grande y ser útil”.
Concluyó Bolívar su misiva:
“Si usted quiere venir a ponerse a la cabeza del ejército yo me iré atrás y usted marchará adelante para que todo el mundo vea que el destino que he dado a usted no lo desprecio para mí”.
Soy de Ud. de todo Corazón. Bolívar.
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Previo al combate de Junín, el Congreso de Colombia revocaba al Libertador el mando de las tropas en el Perú, dejando encargado el 6 de octubre a su hombre confianza, en la continuación de las operaciones como Comandante del Ejército Libertador diciéndole:
“Haga usted lo que mejor le parezca, y esta autorización no incluye ni modificación ni restricción”.
En su avance hacia las posiciones enemigas, le correspondió movilizar su ejército por escarpadas montañas a mas de tres mil metros de altura, teniendo como enemigo al fuerte frío conocido como “soroche”, causante de muchas bajas. Minimizaba el frío dándole a tropa ajo y cebolla.
Sabía que se enfrentaría a un ejército superior en número y en logística, tenía que utilizar los recursos disponibles y su don de mando para mantener en alto la moral de su ejército integrado por bravos soldados de catorce naciones. Se desengancha de una emboscada el 3 de diciembre de 1824, en el sitio conocido como Corpahuayco, permitiéndole avanzar hasta la población de Quinua en el sitio Ayacucho.
Ayacucho en voz quechua significa “rincón de los muertos”, debido a los enfrentamientos que realizaban los indígenas entre si, y luego contra los españoles.
El 9 de diciembre de 1824, antes de enfrentarse al ejército del virrey José de la Serna Hinojosa, el joven general de 29 años, arengando a su ejército les diría al concluir:
“Soldados de los esfuerzos de hoy, pende la suerte de América, otro día de gloria va a coronar vuestra Constancia”.
En un combate que duró tres horas Sucre obtiene el resonante triunfo ante un ejército derrotado más no humillado, ofreciéndole la capitulación más honrosa de todas las habidas en la historia universal.
En el mismo campo sobre una roca de su puño y letra le escribió al Libertador.
”Está concluida la guerra, completada la libertad del Perú, me he tomado la libertad de realizar ascensos y recompensas para los oficiales que se destacaron en la magna batalla…por premio para mi, pido a usted me conserve su amistad”…
No se podía esperar menos nobleza y lealtad de este valeroso paladín emancipador. El 27 de diciembre el Libertador emitió en Lima un Decreto, donde exaltó la grandeza de Sucre y en reconocimiento lo designó Gran Mariscal con el sobrenombre de “General Libertador del Perú”. El 12 de febrero de 1825 el Congreso Constituyente del Perú dictó un Decreto reconociéndolo con el dictado de “Gran Mariscal de Ayacucho”.
El Congreso de Colombia lo ascendió el 14 d febrero de 1825 a “general en jefe”. La Municipalidad de Lima le entrega una espada de oro guarnecida con mil ciento setenta y ocho diamantes. La población de Cochabamba le regaló una Pluma de Oro guarnecida con perlas, la cual regaló a la municipalidad de Cumaná, para que sus paisanos escriban las hojas brillantes que caben a Cumaná en la historia.
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A la única persona a quien Bolívar le escribe una biografía es a este joven; al informárselo en febrero de 1825 expone: “Usted créame general, nadie ama la gloria tanto como yo, jamás un jefe ha tributado mas honor a un subalterno”.
“Ahora mismo se está imprimiendo una relación de la vida de Usted hecha por mí. Cumpliendo con mi conciencia, le doy a Usted cuanto merece; esto lo digo para que vea que soy justo; desapruebo mucho lo que no me parece bien, al mismo tiempo que admiro lo que es sublime”.
En relación a la batalla de Ayacucho y al héroe escribió:
El general Sucre es el Padre de Ayacucho, es el redentor de los hijos del sol, es el que ha roto las cadenas con que envolvió Pizarro el imperio de los incas. La posteridad representará a Sucre con un pie en el Pichincha y el otro en el Potosí, llevando en sus manos la cuna de Manco Capac y contemplando las cadenas del Perú rotas por su espada”.
Sucre continuó su marcha hacia Cuzco para llegar al Alto Perú –hoy Bolivia; en su avance encuentra las ruinas de Tiahuanaco, disponiendo su preservación por ser preincaicas posiblemente de origen egipcio; en La Paz firma el 9 de febrero de 1825 un Decreto, mediante el cual convocó a una Asamblea de Diputados de las cuatro Provincias Alto peruanas a saber La Paz, Potosí, Cochabamba y Chuquisaca, con el fin de que decidan democráticamente su destino; de esta manera, Sucre se adelantaba ciento cincuenta años al “Principio de Autodeterminación de los Pueblos”.
La actividad desplegada por Sucre en el altiplano le permitió ser designado Presidente Provisional del Alto Perú en mayo de 1826, y el 9 de diciembre elegido Presidente Constitucional; en cuyas funciones dictó decretos para mejorar la beneficencia pública, la educación, la salubridad, la hacienda y los servicios públicos, decretó amnistía general, libertad de prensa y de culto, igualmente realiza tratados comerciales con Perú y decreta la entrega de tierras a los indios, organiza la agricultura y saca los cementerios de las iglesias, entre tantas actividades en beneficio del pueblo boliviano, Su desprendimiento era de tal magnitud que dona los veinticinco mil pesos que le había otorgado la Asamblea Nacional a las viudas e hijos de los soldados que lucharon en Ayacucho.
Sin ambiciones de permanecer en el poder y esperando la reunión del Congreso para presentar su renuncia con el deseo de regresar a Quito, sufre el 18 de abril un alevoso atentado, producto de una insurrección de la Primera Compañía de Granaderos a caballo de la guarnición de Chuquisaca propiciada desde Lima, le deja imposibilitado el brazo derecho, recibiendo el remoquete de “el manquito”. Al serle aceptada la renuncia el 2 de agosto de 1828, el Congreso la lee el día 6; mensaje de hondo contenido humano donde se despide de los bolivianos:
“…Me despido de vosotros y de Bolivia, al separarme haré una confesión ingenua, mis sentimientos los he sometido a ella…he observado que en la política no hay amistad ni odio, sino que debe llenar la dicha del pueblo que se gobierna.
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…La constitución me hace inviolable y ninguna responsabilidad me cabe por actos del gobierno, pero pido que se me destituya de esta prerrogativa, y que se examine escrupulosamente toda mi conducta
…si se justificara una sola infracción de la ley, volveré de Colombia a someterme al fallo de las leyes… les pido como premio, no una recompensa material, ni dinero, ni haciendas, ni honores, pido que se examine mi conducta, que se me despoje del atributo constitucional que me hace inviolable”.
Igualmente dijo: “No he hecho gemir a ningún boliviano, ninguna viuda, ningún huérfano solloza por mi causa. He levantado del suplicio, porción de infelices condenados por la ley y he señalado mi gobierno por la clemencia, la tolerancia y la bondad… en el retiro de mi vida, veré mis cicatrices, y nunca me arrepentiré de llevarlas, cuando me recuerden, que para formar a Bolivia, preferí el imperio de las leyes, a ser el tirano o el verdugo que llevara siempre una espada pendiente sobre la cabeza de los ciudadanos”.
El joven cumanés partió de Bolivia el 2 de agosto de 1828 para llegar a Quito el 30 de septiembre, reuniéndose con su esposa Mariana, con quien se había casado por poder el 20 de abril de ese año. Era Mariana una señorita de alta alcurnia, de noble carácter, apoyaba con dádivas a los soldados que le solicitaban apoyo económico, muy respetada por los hombres y admirada por las mujeres quiteñas.
El 28 de octubre de 1828, es designado Jefe del ejército Colombiano para la Campaña contra la insensata invasión peruana al mando del general José La Mar a quien derrota en la batalla de Tarqui el 27 de enero de 1829; campaña de treinta días que concluye con una honrosa capitulación firmada en la población de Girón, exaltando de nuevo la necesidad de la fraternidad americana.
Sin disfrutar del calor hogareño fue designado diputado por Cumaná ante el Congreso Admirable reunido en Bogotá el 20 de enero de 1830, donde es elegido Presidente. Antes de dirigirse a Bogotá siguiendo una costumbre de los viajeros de la época, dictó su Voluntad Testamentaria, y no por precaución ante la posibilidad de morir.
Testamento entregado el 10 de noviembre de 1829, previamente cerrado con tres sellos al general ecuatoriano Vicente Aguirre su oficial de confianza, designado albacea junto al coronel ecuatoriano Pedro Alarcón.
Como Presidente del Congreso Admirable es enviado en comisión diplomática a Venezuela en compañía de monseñor José María Estévez Obispo de Santa Marta, elegido vicepresidente del Congreso y el diputado Francisco Aranda, con la finalidad de lograr salvar la unidad grancolombiana, sueño del Libertador. La comisión apenas pudo llegar hasta La Grita y Táriba, teniendo que devolverse por no encontrar receptividad y verse amenazados por parte de las autoridades venezolanas; sería la última vez en tocar territorio venezolano.
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Al regresar a Bogotá para despedirse del Libertador, supo que había salido el 8 de mayo con destino a Cartagena, Sucre le escribió una emotiva misiva de despedida:
“Mi general he ido a casa de usted para acompañarlo, ya se había marchado. Acaso esto es un bien, pues me ha evitado el dolor de la más penosa despedida. Ahora mismo comprimido mí corazón no sé qué decir a Usted…
Adiós mi general, reciba Usted por gaje de mi amistad, las lágrimas que en este momento me hace verter la ausencia de usted. Sea feliz en todas partes y en todas partes cuente con los servicios y con la amistad de su más fiel y apasionado amigo”.
Bolívar le contesta desde Turbaco:
“La apreciable carta de Ud. sin fecha en que se despide de mí, me ha llenado de ternura, y si a Ud. le costaba escribirla ¿Qué diré yo¿ qué no tan solo me separo de mi amigo sino de mi patria ...Yo me olvidaré de Ud. cuando los amantes de la gloria se olviden de Pichincha y Ayacucho.
Sucre deseaba regresar a Quito para estar el 13 de junio presente en la festividad de su patrono San Antonio de Padua; le recomendaron la ruta puerto de Buenaventura- puerto de Guayaquil- Quito, la cual desecha por la duración, prefiriendo la ruta Bogotá-Neiva-Popayán-Pasto-Quito; era la crónica de una muerte anunciada, por cuanto al ser la continuación de la obra del Libertador era el objetivo a aniquilar por parte de los mismos enemigos de Bolívar.
En el diario El Demócrata de Bogotá apareció el 1ro de junio un aviso:
“Ojalá se pueda hacer con Sucre, lo que no se pudo con Bolívar”, se refería al atentado donde salió ileso el Libertador el 25 de septiembre de 1828.
Quería regresar al Quito de sus amores, abandonar la política, estar en el calor del hogar y descansar de tantas amarguras.
En las paradas que realizaba la caravana de siete personas, que incluía al diputado de Cuenca el Dr. José Andrés García Trellez, eran alertados sobre un inminente atentado, entre ellos monseñor Rafael Mosquera obispo de Popayán en cuya residencia pernoctaron el 29 de mayo. El fatídico 4 de junio, la caravana integrada por siete personas se adentran en la selva de Berruecos y en la Jacoba en el sitio conocido como El Cabuyal, los tres asesinos camuflados en la espesura le llaman… general Sucre, al voltear, recibe un balazo en la cabeza, otro en el cuello y el tercero en el pecho, apenas pudo exclamar ¡ay balazo! Sus acompañantes huyeron despavoridos hacia La Pascana de la Venta. El inmaculado mariscal quedó tendido en el suelo veinticuatro horas, muerto en la niebla oyendo crecer la soledad, acompañado de su fiel mayordomo Lorenzo Caicedo quien piadosamente le colocó una improvisada cruz en el sitio de La Capilla.
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A los seis días llegó Caicedo a Quito con la infausta noticia a la viuda Doña Mariana Carcelén y Larrea, entregándole las botas y el sombrero del ilustre paladín. Doña mariana ordena que traigan el cadáver con el toda la discreción y secreto posible.
El 2 de julio en La Popa- Cartagena, Bolívar recibe en horas de la noche la ingrata noticia exclamando:
“Santo Dios se ha derramado la sangre del Abel de América”. El Libertador lo estimaba en grado sumo que lo consideraba “Mi otro yo”; era la continuación de su obra y más capacitado para sustituirlo. Es importante acotar que en la voluntad testamentaria del Libertador realizada el 10 de diciembre de 1830 en la Quinta San Pedro Alejandrino en Santa Marta, expresa en el aparte 11, cito:
“Mando a mis albaceas que la espada que me regaló el Gran Mariscal de Ayacucho, se devuelva a su viuda para que la conserve, como una prueba del amor que siempre he profesado al expresado Gran Mariscal”, fin de la cita.
En el vil asesinato estuvo involucrado el coronel trujillano Apolinar Morillo quien pagó cuarenta pesos a los sicarios, cuyo autor intelectual fue el general neogranadino José María Obando. El escritor mexicano Carlos Pereira afirmaba que: “Sucre, era un copo de nieve sobre un charco de sangre”.
Los restos de Sucre permanecieron hasta 1841 en el oratorio de la hacienda El Dean, propiedad de Doña Mariana, cuando fueron trasladados sigilosamente hasta el Convento de Carmen El Bajo, enterrado al pie del altar de la capilla al lado de los restos de Teresita, su pequeña hija muerta a los dos años; se hizo saber que estaba enterrado en la iglesia San Francisco. Setenta años después, fueron localizados gracias a la información proporcionada por la señora Rosario Rivadeneira muy allegada a Doña Mariana.
Por disposición del Presidente del Ecuador Eloy Alfaro, se colocaron sus venerados restos en la Catedral de Quito el 4 de junio de 1900, cuya oración fúnebre a cargo de monseñor Federico González Suárez, obispo de Ibarra quien diría:
…”Si Sucre hubiera podido hablar en Berruecos, no temo asegurar que sus últimas palabras hubieran sido para perdonar a sus asesinos”.
En carta de Sucre al general tocuyano José de la Trinidad Morán el 12 de diciembre de 1825 manifestaba: “Yo deseo al morir que mis huesos sean enterrados en Quito o lanzados al volcán Pichincha”. La placa colocada en la tumba granítica en la Catedral de Quito reza: “En este mausoleo, descansan bajo la insignia de la cruz, esperando la futura resurrección, los restos del ínclito general Antonio José de Sucre”.
Venezuela no ha renunciado en la tarea de repatriar los restos del Gran Mariscal de Ayacucho, y colocarlos en el Panteón Nacional al lado de la tumba del Libertador, donde un cenotafio espera por ellos.
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En agosto de 1894 es enviado a Quito el sacerdote Antonio José Sucre y Alcalá para coordinar la búsqueda de los restos de su tío. Diligencia con resultados negativos.
Cuando el presbítero se dirigía al puerto de Guayaquil para regresar a Venezuela, falleció el 17 de julio de 1895 a causa de la fiebre amarilla, es decir que buscando los restos de su tío dejó los suyos en Babahoyo. Doña Mariana Carcelén le escribió al Gral. Obando una carta donde le dice:
“Estos fúnebres vestidos, este pecho rasgado, el pálido rostro y el desgreñado cabello, están indicando tristemente los sentimientos dolorosos que abruman mi alma. Ayer esposa de un héroe, hoy objeto lastimero de conmiseración, nunca existió un mortal mas desdichado que yo; la que te habla es la viuda desafortunada del Gran Mariscal de Ayacucho…Yo te lo juro, e invoco por testigo al alto cielo, un corazón más puro y recio que el de Sucre no palpitó en pecho alguno…
Cédeme pues los despojos mortales, las tristes reliquias del héroe, del padre y del esposo, y toma en retorno las trémulas imprecaciones de su Patria, de su huérfana y de su viuda”.
Nunca habrá palabras suficientes para el análisis total y satisfactorio de la vida y obra del ilustre cumanés, porque siempre descubrimos en él nuevas facetas, modos y anhelos que llenó a perfección. Es como aquellas leyendas de la Grecia magna que se repiten en miles de versiones todos los días; Sucre es el hombre lección permanente, con una hoja militar de las más brillantes y espectaculares del continente de todas los tiempos.
Sus méritos y actuaciones le permitieron recibir catorce condecoraciones y tres espadas de oro. Formado en la escuela de la guerra, tuvo una academia militar itinerante, es decir aprendizaje sobre la marcha. Jamás desenvainó su espada para mancharla con sangre inocente; no aplicaba el bien y la justicia por capricho, sino porque le era imposible actuar de otra manera; era quien se excedía…pero en generosidad.
El distinguido escritor colombiano Mauricio Vargas Linares bien lo conceptúa: “El Mariscal que vivió de prisa”.
Los hijos del general Antonio José de Sucre Hijos.
De la unión matrimonial con Mariana Carcelén y Larrea, nació Teresita el 10 de julio de 1829.
En Guayaquil con Tomasa Bravo tuvo a Simona el 16 de abril de 1822, de ella se perdió su destino a partir de los seis años de nacida.
En Chuquisaca con María Rojas tuvo a Pedro César en 1825, futuro teniente coronel del ejército boliviano, con descendencia
En La Paz con Rosalía Cortes tuvo a José María el 13 de enero de 1826, con descendencia
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Corta pero fructífera fue la vida de este joven prócer cumanés, como suele ser el destino de los grandes hombres que hacen sentir los valores de la verdad, la libertad y la justicia. Hubo de rendir su existencia a los treinta y cinco años, edad en que muchos hombres comienzan a proyectarse en la vida.
Podemos afirmar que vivió apenas un día, por cuanto nació un 3 de febrero y murió un 4 de junio. De una personalidad polifacética moldeada en la fragua del sufrimiento. Creció con los golpes duros de la vida, pero también creció con los toques de su alma benigna.
Oímos de su palabra: “Mi vida militar está formada de principios y éstos por mi educación, no ha sido necesaria la revolución para sacarme del lodo, ni mi carrera está formada por intrigas, ni por circunstancias, sino por servicios prestados y por una conducta, que con la cabeza erguida, sostengo que es intachable”.
Bolívar lo define: “Es la cabeza más organizada de Colombia, es metódico y capaz, de las más altas concepciones; es el mejor general de la República y su primer hombre de estado”; “Sus campañas necesitan un César para narrarlas.
Es bueno que así sea, y que tengamos una fuente pródiga de verdades a nuestra mano para las duras tareas de hoy y de siempre. Bolívar y Sucre sucumbieron ante la perfidia humana; Sucre acechado por la envidia y el súbito lance en Berruecos, y nuestro Libertador, sufrió la traición y agonía por muchos años; pero ambos también conocieron la inmortalidad en el calor eterno de los `pueblos.
La Doctrina Sucre producto de su ejemplar trayectoria como estratega determina que: “El triunfo no crea privilegios”
“La justicia es la misma antes y después del combate”.
Sucre y la educación. Era para él un compromiso vital, porque a través de ella se logra la felicidad de los pueblos, se esmeraba en fundar escuelas; afirmaba que:
“La buena educación es un caudal mucho mayor que los bienes de fortuna”
“Educar es el más alto deber de las autoridades delante de Dios y de los hombres”•
“La educación es el origen de los buenos ciudadanos y magistrados”.
En la población ecuatoriana de Cuenca consiguió siete escuelas y dejó veinte; el 19 de octubre de 1822 crea en Quito una Junta, destinada a encargarse de los asuntos de la instrucción pública, raíz del actual ministerio de educación.
Instituyó el inglés, la astronomía; propició la creación de la universidad de La Paz, funda la Academia Militar y un Instituto de Ciencias Exactas en la Paz; igualmente el colegio de minas en el Potosí.
El 25 de mayo de 1826 en su mensaje al Congreso de Bolivia dijo:
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“Persuadido que un pueblo no puede ser libre, si la sociedad que lo compone no conoce sus deberes y sus derechos, he consagrado un cuidado especial a la educación pública”.
En su honor el inicio del período escolar en Bolivia se inicia el 3 de febrero su fecha natal.
Sucre logístico. En esta difícil área que implica el arte práctico de calcular, equipar, mantener y mover los ejércitos, el establecimiento de las tropas sin atrincherar, y todas las actividades que hagan posibles y exitosas la ejecución y sostenimiento de las operaciones militares se destaca el paladín cumanés.
Clara evidencia de su trabajo lo internalizamos cuando después de la batalla de Junín, en la retaguardia se ocupó de rehacer un maltrecho ejército de dos mil hombres y tenerlos disponibles para salir victoriosos en Ayacucho “Cumbre de la gloria americana”.
A tal fin, construyó un hospital de campaña, reparó el armamento individual; utilizaba el tiempo libre para enseñar a los soldados a elaborar lanzas y herraduras; decía que el mejor hierro era el de Vizcaya, diseñó mantas para los soldados y para los caballos; puso en práctica una embarcación artillada. Elaboró un tipo de galleta como ración de combate de 30 gramos cada una con cantidad suficiente para soportar más de siete días de marcha.
En los avances por la fría cordillera andina utilizaba cornetas para guiar a los soldados en la neblina de las escarpadas, la cual atravesó en tres ocasiones. Preveía cuevas como depósitos avanzados para alimentos durante las largas y fuertes marchas de aproximación; utilizaba bejucos como pasarelas y para construir balsas. Para darle ejemplo a sus subalternos dormía en el suelo y lo hacía apenas durante cuatro horas, siempre pendiente de las inmediatas operaciones.
En sus pocos tiempos libres jugaba ajedrez.
Sucre Ingeniero militar. En Caracas estudia en 1808 en la recién creada Escuela de Ingeniería a cargo del coronel español Tomás Mires, donde adquiere conocimientos de: Algebra, agrimensura, topografía, dibujo lineal, fortificaciones, construcciones civiles y táctica militar; es considerado el “Precursor de la Ingeniería Militar en Venezuela”.
Encontrándose en Cartagena de Indias “La heroica”, construye emplazamientos para artillería, fortificaciones y sus famosos pontones. Luego de obtener información de los reconocimientos efectuados por personal de inteligencia conocidos como “montoneros”, Sucre elaboraba las cartas topográficas de las áreas de operaciones.
En los desplazamientos nocturnos se orientaba por las estrellas. Demarcó la carretera desde el Puerto Cobija a Potosí y hacia varias ciudades, ordenó la construcción de varios caminos, creó un servicio postal con los países vecinos. Dictó decretos para la conservación y buen uso del agua. Fundó escuelas de Minas, Preocupado por la preservación del ambiente, ordena la siembra de un millón de árboles en el Alto Perú.
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Rectificó los planos de la Catedral de La Paz y realizó ajustes al diseño interior de la Catedral de Chuquisaca hoy ciudad Sucre- capital de Bolivia. Realizó mantenimiento a los hospitales existente
Construyó en su hacienda en Quito una toma de agua sin perjudicar a los vecinos.
El Mariscal Sucre y los Niños de la Calle. Una faceta poco conocida del “Abel de América” fue la de su benignidad en la atención de los huérfanos de los soldados muertos en la lucha independentista; a tal fin le escribió a Su santidad el Papa León XII, explicándole su preocupación, la respuesta fue positiva, acompañada de la bendición apostólica.
El Convento de San Agustín fue destinado para los niños y el de Santo Domingo para las niñas, se asignaron cinco mil pesos a cada uno para su funcionamiento.
El responsable de la educación era el Director de Enseñanza Pública; quien debía supervisar la buena alimentación, uniformes y atención médica. Los jóvenes al egresar como bachilleres, obtenían un arte u oficio y apoyo financiero para desempeñarse como ciudadanos útiles a la nación.
Sucre periodista. En Ecuador fundó “El Monitor de Quito” en diciembre de 1822 y en Chuquisaca “El Cóndor de Chuquisaca” en 1826.
CONCLUSIÓN.
Dignos integrantes de la Junta Directiva y distinguidos integrantes de esta Docta Institución pedagógica, agradecido por su gentil atención, les dejo a su digna consideración este trabajo investigativo, con el mejor deseo, entusiasmo y disposición, de participar en todas las actividades dispuestas, de manera de internalizar las palabras del filósofo y político inglés Francis Bacon:
“Buscar la verdad es derecho y credo de todo hombre libre”.
Cuando inicié mis palabras, me referí a nuestros cinco grandes embajadores: Miranda, Bolívar, Andrés Bello, Simón Rodríguez y Sucre; todos ellos murieron fuera del país en difíciles condiciones.
Concluyo con unas del “Poeta del pueblo venezolano”, Andrés Eloy Blanco, refiriéndose al término de la vida terrenal de estos grandes cinco paisanos:
“Yo no sé qué pasa en Venezuela en el centro, en el medio, en la placenta, que el hijo bueno muera afuera y el malo adentro”.
Distinguidos integrantes del digno Instituto Venezolano de Genealogía, reciban mi agradecimiento y mejores deseos por que se continúe por el amplio camino de los objetivos establecidos.
Señores Eumenes Fuguet Borregales